domingo, mayo 04, 2008

Iron man: El hombre de hierro

TITULO ORIGINAL: Iron Man

GENERO: Acción
DIRECCION: Jon Favreau
GUION: Mark Fergus, Hawk Ostby
INTERPRETES: Robert Downey Jr, Terrence Howard, Jeff Bridges, Shaun Toub, Gwyneth Paltrow
FOTOGRAFIA: Matthew Libatique
MUSICA: Ramin Djawadi
MONTAJE: Dan Lebental
ORIGEN: Estados Unidos (2008)
DURACION: 125 minutos
CALIFICACION: Apta para mayores de 13 años
WEB: http://ironmanmovie.marvel.com/

Álbum de figuritas
En mi infancia como, entiendo, la mayoría de las personas, se fantaseaba mucho con ser algún superhéroe. Tengo un álbum lleno de imágenes de aquellos años. Ante todo, en la primera hoja, el Superman de Christopher Reeve, que dicho sea de paso constituye mi primer recuerdo de un cine: estoy ahí con mi abuela, mirando al buenudo de Superman devenido un demonio cruel con jopo a la gomina que en un ataque de maldad provocado por la criptonita roja se pone a enderezar la torre de Pisa y obligaba a un pobre vendedor de souvenir a romper todas las miniaturas que constituyen la mercadería de su humilde negocio.

También estaba el Increíble Hulk de Lou Ferrigno, mi favorito. Ese hombrón, que por todo traje tenía unos andrajos que le quedaban adheridos al cuerpo cada vez que se enojaba por algo, contrastado con Superman y con sus prolijas calzas y su capa siempre bien planchada, era un mamarracho. El pobre era más un peligro para la sociedad que un bien y ya al final, en la serie televisiva, se ponía verde por cualquier cosa y reventaba todo. Tanto me influyó aquel contradictorio personaje que ahora, cuando algo me saca de quicio y me dan ganas de gritar o de trompearme con alguien, siento que mi furor no sirve de nada, que la única forma correcta de enojarse sería poniéndome verde, dar vuelta un par de autos. Estoy tan decepcionado por mi performance que ya casi ni me enojo.

Volviendo en las hojas de mi álbum otra vez, recuerdo que ya casi en la adolescencia hicieron furor las Tortugas Ninja (que en inglés eran algo así como “tortugas mutantes adolescentes”) con su mezcla rara de reminiscencias renacentistas, artes marciales tipo Bruce Lee, ampulosos experimentos genéticos y pizza de peperoni degustada sobre el piso mugriento de una alcantarilla. Ahora ya no me gustan, pero fueron un boom y eran divertidas y, además, el videojuego era muy bueno.

También en los 90 el gran Tim Burton renovó al hombre murciélago y le quitó la estética pop y lisérgica que tenía el de Adam West...y, apropósito, siempre me he preguntado por qué veíamos ese Batman tan anticuado y moralista. Sin duda lo de Barton fue un acto de sinceramiento: Batman no eran esas calzas grises, esos guantes para lavar la vajilla y esos carteles chillones que se enroscaban y desenroscaban en la pantalla ante los asombrados ojos de los niños de los 60, 70, 80 y, probablemente, 90.

Las relaciones entre el comic y Hollywood son largas y sinuosas. Yo he señalado algunas hojas de mi álbum, que son significativas para mí y que probablemente, por obvias, constituyan también momentos gloriosos en los álbumes personales de muchas otras personas.

Cómicland
Hay una buena película llamada Hollywoodland, que gira en torno a la investigación de un periodista sobre la misteriosa muerte, allá por 1959, de George Reeves, el primero en llevar a la pantalla al hombre de acero en una famosa serie de televisión denominada Las aventuras de súperman. En Hollywoodland puede verse cómo el papel iba fagocitándose al hombre real (que no tenía nada de super) y también las pasiones que se generaban en torno al personaje-actor (o actor-personaje, a esta altura da lo mismo), lo que previsiblemente nos permitiría afirmar que lo de los superhéroes es de todo menos una cosa de chicos. Amor, traición, exaltación, decepción, engaño

Hay una escena impresionante en esa película: Reeves (encarnado por Ben Affleck) se encuentra haciendo una presentación disfrazado de Superman cuando un niño le apunta con un arma cargada y le pregunta si realmente podría mostrarle sus poderes. Es un momento de gran tensión en el que el hombre de acero se salva por muy poco de convertirse en un hombre de plomo: el viejo refrán de ponerle el pecho a las balas no le debe haber hecho mucha gracia a Reeves...que por otra parte murió con una bala en el cerebro. Esta muerte conmovió a la opinión pública estadounidense y generó una intensa ola de debates, versiones contradictorias y confusas, investigaciones, acusaciones y especialmente niños deprimidos.

Tanta controversia puede ser explicada. Creo yo que hay algo de súper héroe en todos nosotros, una fuerza interna muy poderosa y que no necesariamente requiere que nos pongamos un traje ridículo y mucho menos que andemos saltando de un edificio a otro (digo mucho menos, porque a veces lo del traje sí es necesario). Eso despierta pasiones.

Los superhéroes son, en alguna medida, idealizaciones de esas fuerzas nobles, de ese algo que está latente y oculto, que es una identidad secreta hasta para nosotros mismos, que está esperando ansioso para salir a hacer el bien, para catapultarnos al infinito y más allá... y si no puede ser al infinito, por lo menos a la fama mundana... seamos sinceros, lo único que queremos es que nos catapulte a los brazos de un linda muchacha...bueno, por lo menos a los brazos de una muchacha (para... protegerla mucho, eso sí).

Decepción de acero
Iron man es una adaptación del cómic de Stan Lee. El film refleja el camino de toma de conciencia seguido por Tony Stark, un verdadero genio dedicado a continuar el negocio familiar heredado de su padre: ni más ni menos que una gigantesca corporación que diseña y produce armas sofisticadas. Es un personaje irreverente, genial, machista y alcohólico (interpretado por Robert Downey Jr., a su vez un personaje irreverente, genial, machista y alcohólico: dicen que no tuvo que actuar en absoluto) que al ser atacado y luego secuestrado por un grupo de insurgentes en Afganistán (hay que aclarar que originalmente, en el cómic, la acción transcurría en Vietnam) se ve obligado a colocarse una especie de reactor nuclear en el pecho para salvar su vida. Posteriormente, tras tres largos meses de cautiverio durante los cuales engaña a sus captores con la promesa de desarrollar una poderosa arma para ellos, logra escapar mediante una armadura muy poderosa.

A partir de esta experiencia se opera un cambio profundo en el bueno de Stark, que sigue siendo irreverente, genial, machista y alcohólico, pero que comprende que la construcción de armas es algo atroz y que para enmendar su error debe perfeccionar ni más ni menos que...un arma, la mentada armadura. Obviamente eso hace que todo se embrolle mucho porque hay poderosos intereses y mentes perversas en el medio, por lo que resulta natural que ya no se sepa quién es bueno y quién es malo: aparentemente los que antes lo apreciaban ahora ya no lo quieren...o lo quieren muerto.

No es demasiado asombroso el alto contenido nacionalista del guión, muchos de los cómic que nos llegan a través del cine surgieron como propaganda durante alguno de los conflictos bélicos que mantuvo Estados Unidos a lo largo del siglo XX y siguen fieles a ese fin. Lo asombroso, lo que me sigue asombrando, es el contenido mesiánico. La perenne conciencia de la capacidad ilimitada de destrucción que tienen y, a la vez, la tranquilidad autocomplaciente de creer que eso es lo que corresponde, porque solamente ellos pueden administrar ese poder correctamente. Como en cualquier parte hay elementos corruptos entre ellos, no cabe duda, pero la “salvación” sale únicamente de esa sociedad.

Resulta así que lo que a primera vista podría parecer una autocrítica de Tony Stark (coincidente con la de muchos estadounidenses “críticos” del sistema, “pacifistas”) es en realidad una reelaboración edulcorada que conduce al mismo punto de partida, una apología del status quo: es una miseria que existan armas, pero ya que existen deben estar en sus manos, que son los que saben cómo cuidarlas y manejarlas para el bien de la humanidad.

Hay una situación por demás elocuente sobre la mezcolanza ideológica que trasunta en la película. En determinado momento, una periodista increpa a Tony su inescrupulosa actividad. Sin duda un reflejo de la conciencia y humanidad de una sociedad democráticamente soberana e igualitaria. Pero lamentablemente, para nosotros, bastan tres palabras del magnate de la muerte, del playboy irreductible, para que la chica termine en su cama. Esto sí que es todo un alegato a la libertad de prensa, a la independencia de los medios de comunicación en el norte (ahora que medito un poco, puede ser que este sarcasmo lo introduzca yo por pura envidia: la periodista se veía realmente muy inteligente y, por otra parte, no hay pruebas contundentes en contra de la prensa estadounidense en relación a las múltiples acusaciones de que haya manipulado a la opinión pública durante algún conflicto bélico de su país).

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