miércoles, septiembre 10, 2008

La mujer sin cabeza

Título original: La mujer sin cabeza.
País: Argentina-Francia-Italia-España / Año: 2008 / Duración: 1 hora 27 minutos.
Dirección: Lucrecia Martel / Guión: Lucrecia Martel.
Intérpretes: María Onetto (Verónica), Claudia Cantero (Josefina), César Bordón (Marcos), Daniel Genoud (Juan Manuel), Guillermo Arengo (Marcelo), Inés Efrón (Candita).

Cine de suspenso. Lucrecia Martel es la más importante entre los directores que nos regalaron el Nuevo Cine Argentino; lo es, al menos dentro del mundillo del cine independiente (y no tanto) internacional: No hay mejor ejemplo de esto que su participación como jurado en los festivales de Venecia (2008, presidido por Win Wenders), Sundance (2008, presidido por Quentin Tarantino), Cannes (2006, presidido por Wong Kar Wai) y Berlín (2002, presidido por Mira fair, menos renombrada que los anteriores).

Pero, ¿quién es la argentina más importante del mundo del cine? A modo de brevísima -y probablemente injusta- biografía, diremos que Lucrecia Martel nació en Salta, en 1966 (al 2008, la cuenta da 42 años). Se mudó a Buenos Aires para estudiar Ciencias de la Comunicación pero abandonó la carrera para convertirse en cineasta. Estudió en el (aunque corresponde “la”) ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica) y dirigió varios cortometrajes: “El 56” (1988), “Piso 24” (1989), “Besos rojos” (1991). Con el cuarto, “Rey muerto” (1995), participó de las ya legendarias “Historias breves”. Ese mismo año dirigió “Magazine for fai” en televisión, y en 1999 el telefilm “Las dependencias”. Con su primer largometraje, “La Ciénaga” (2001), ganó el premio a la Mejor Ópera Prima en el Festival de Berlín, lo que equivale a entrar por la puerta grande. En 2004 dirigió “La niña santa”, que participó de la competencia oficial en el festival de Cannes. Y aquí estamos.

Sin embargo, este curriculum de Martel poco y nada nos dice de su cine; no dice que es muy reconocido, pero no por qué. Quizás la más ilustrativa presentación de la “experiencia Martel” sea una anécdota que me contó al pasar un empleado del pochocho del multicine que frecuento: “El otro día, un hombre se fue a quejar al “box” (la tradicional “boletería”) diciendo que éramos (si el verbo no demuestra identidad institucional, tal cosa no existe dentro de una empresa) unos ladrones”. Estábamos hablando de “La mujer sin cabeza”, por lo que inmediatamente deduje que se refería a que -como sus anteriores películas-, la nueva obra de la salteña figuraba en los diarios con la calificación de cinco estrellitas: el hombre adjudicó esta estafa a las salas de cine, o quizás se quejaba porque no le advirtieron acerca de la película cuando compró su asiento.

No sé cómo terminó la historia, pero me interesa hacer notar ciertas situaciones que se repiten una y otra vez (en total tres veces) con las películas de Martel: los críticos las elogian; el público no lee esas críticas; el público sí observa la cantidad de estrellitas con las que las califican (que siempre son el máximo posible); el público va al cine esperando ver de nuevo “Nueve reinas”; el público se enoja: con el multicine, con el diario, con la crítica y, aún peor que todas las furias anteriores, con el cine argentino. Y es entonces cuando vuelve el inevitable e insoportablemente prejuicioso (¿o juicioso?) comentario: “Yo no veo cine argentino” (recuerdo al lector que comienza a hablar de mi familia entre dientes que soy un gran admirador de estos directores nacionales, del Nuevo Cine, y que gusto y disfruto enormemente de sus películas).

¿Por qué se enojó el señor con la película y el mundo? ¿Por qué pensó que era necesario que le advirtieran acerca ella? ¿Por qué se considera estafado? Recién aquí podemos dejar los rituales cinematográficos que envuelven el cine de Martel (los festivales, la crítica) y hablar realmente de lo que ocurre en sus películas, de su particular estilo que, sin dudas, estampa la marca del autor.

Lucrecia Martel hace cine de suspenso. Silencio. Creo sentir la sangre inundando la vena de la frente del señor enojado. Embutido. Hace cine de suspenso pero con un lenguaje muy distinto al que nos tiene acostumbrados (actualmente por saturación) la Industria, Hollywood. Tanto “La ciénaga” como “La niña santa” y ahora también “La mujer sin cabeza” podrían ser definidas como películas en las que no pasa nada, películas que nunca terminan de empezar y terminan abruptamente sin un desenlace porque en realidad la historia nunca empezó. Pero, no es así: hay historias, pasan cosas, contadas todas en una realidad que pende de un hilo.

El suspenso de Martel no es tan evidente como el que tan bien describe Hitchcock en aquel texto: no vemos una bomba con un reloj que cuanta regresivamente cinco minutos debajo de la mesa en la que conversan despreocupadamente los dos protagonistas. No se trata de un suspenso explícito. Pero está ahí: es un suspenso cotidiano, un suspenso que no se resuelve nunca porque nunca termina de definirse, una sensación de suspenso que acompaña toda la película y nos recuerda la fragilidad de la existencia humana sobre la tierra.

No recuerdo “La ciénaga” como para nombrar ejemplos que ahí aparecen, pero pensemos en algunas escenas de “La niña santa”: las adolescentes corren por un bosque mientras unos cazadores disparan armas de fuego, un niño pequeño trepa una escalera mientras Mercedes Morán repite que baje sin dejar de ocuparse de otras cosas. En ambos casos, ni los encuadres, ni el montaje, ni el ritmo, ni la música (¿acaso la hay?) pretenden mostrar, generar suspenso, al menos no como estamos acostumbrados. El suspenso de Martel es el suspenso implícito de nuestra cotidianeidad: el que está pero es casi imperceptible y nunca tan intenso como conversar sobre una bomba a punto de estallar; aunque se trata de un suspenso que al final puede resultar tremendamente insignificante (porque no se resuelve, porque tal vez no existe) o igualmente trágico (pero sin explosiones).

La vencida. La obra que nos convoca, como las anteriores, está ambientada en la a veces paranormal y siempre pegajosa realidad norteña. En este caso se trata de personajes de clase media, profesionales bien parados que habitan algún pueblo. Verónica ha cumplido los cincuenta y tantos, es odontóloga, casada, tiene una hija que estudia en Tucumán, una aventura de hotel y una cadena de familiares y amigos (algunos “influyentes”) que la quieren.

¿Cuándo empieza el suspenso? En la primera escena: tres chicos corren por el campo, cruzan la ruta, saltan a un gran canal seco, trepan. Verónica conversa con su hermana, sube a su camioneta, maneja. Suena el celular y lo atiende. Y no pasa nada. Y atropella algo. Frena. Transpira. No se baja. Arranca. Maneja. Llueve. Torrencialmente.

Verónica no sabe si atropelló a una persona o a un perro. Los espectadores tampoco estamos seguros (de hecho, yo creí ver un ovejero alemán entre el polvo que levantó la camioneta alejándose, pero poco después su duda era también mía). Mientras dura la incertidumbre, la vida sigue. Y sigue el suspenso en dosis más reducidas: contagio de hepatitis, incesto vivido con naturalidad. Parece que no pasara nada porque lo personajes siguen viviendo. La vida no se detiene.

Si uno sabe qué buscar en las películas de Martel puede encontrar un universo maravillosamente delimitado y muy interesante. Personalmente, tuve la suerte de encontrarlo y disfrutarlo en “La niña santa”. Lo reconocí en la primera escena de “La mujer sin cabeza”; pero después la película siguió y no encontré mucho más. En mi opinión (¿cuál si no?), la nueva película repite a las anteriores sin agregar demasiado. Sé que el de Lucrecia Martel es “cine de autor”, un cine que le permite experimentar con recaudos y desarrollar un estilo propio; un cine en el que narra historias cotidianas con un suspenso originalísimo e inexistente en cualquier otra cinematografía; uno que, además, propone siempre visiones críticas de una sociedad, de una época, de algunas individualidades. Todo eso. Pero, para mí, la tercera fue la vencida.

Calificación: 3 Nantios.

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domingo, mayo 25, 2008

Elizabeth, la edad de oro

Título original: Elizabeth: The golden age
Origen: Inglaterra - Francia - Alemania (2007)
Género: Drama
Duración: 114 minutos
Dirección: Shekhar Kapur
Intérpretes: Cate Blanchett, Geoffrey Rush, Clive Owen, Abbie Cornish, Samantha Morton, Jordi Mollà
Calificación: Apta para mayores de 13 años con reservas

La época isabelina: promiscuidad cultural y esplendor político

Hace diez años, un poco más, un poco menos, fui a ver Elizabeth. Me acuerdo de esa excursión al cine Universidad por varios motivos. Primero que nada porque fue la primera vez en mi vida en que llegué tarde a una función (estamos hablando de los dos primeros minutos) y la angustia de haber perdido algo importante me atenazó durante toda la proyección. No me lo podía perdonar. También porque Cate Blanchett hacía un papel increíble, glorioso. Parecía que teníamos a la reina misma delante: jovencita, educada, frágil, sometida a esas intrigas sangrientas y atroces. Todo estaba bien hecho, todo. Desde las actuaciones hasta las locaciones, era una joya, una obra maestra.

Fue un año en el que la época isabelina estuvo muy bien cotizada en el cine. El año de Elizabeth es también el año de Shakespeare in love, película con la que comparte mucho más que algunos actores y también personajes. Diría que una relación barroca, incestuosa, libertina como su época, es la que une ambas producciones. Películas que superan los géneros, las trabas sociales, los estratos a los que pertenecen y que se confunden como en una mascarada grotesca, para establecer vínculos efímeros como las relaciones entre las casas reales.

Me explico: como bien se sabe Joseph Fiennes superó sus lagunas creativas durante el reinado de Judi Dench, que hace de Cate Blanchett pero mucho más vieja, gracias a la aparición de Gwyneth Paltrow que se ganó por ello un Oscar. Lo curioso es que Will Shakespeare es también Robert Dudley, un bribón que le robó el corazón a la pobre Cate (cruel venganza porque Judi, celosa, le sacó a su amada Viola De Lesseps) y que la dejó muy defraudada y que por eso se hizo la Reina Virgen. Yo sospecho que ella se enteró de todo por un doble agente que era el gran Geoffrey Rush, que en una sale de Sir Francis Walsingham y en la otra Philip Henslowe: de consejero de la reina a dueño de un teatro... o viceversa.

Al final, uno nunca sabe con quién se está enfrentando.

La sucesión: muerte a la bastarda

Ahora bien, de repente, diez años después, Shekhar Kapur promete la continuación de su gran obra maestra. Y como no podía ser de otra manera la sucesión es problemática para la pobre Elizabeth porque su hermana menor, una bastarda llamada Elizabeth, la edad de oro amenaza con quitarle el trono y asesinarla; como efectivamente hicieron con su prima, María Estuardo reina de Escocia, conspiradora poco sutil que perdió la cabeza y sobreactuó su decapitación (y es una de las peores escenas de la edad de oro: no alcanza con el hecho de que para tener un buen gobierno, libre de escollos haya que cortar las cabezas de los familiares católicos, encima hay que actuar dichos transes bastante mal).

No faltan tampoco aquí los amores mundanos: esta vez se trata de Sir Walter Raleigh, que no es un conspirador sino un conquistador, pero como ve que la reina se tomó muy en serio lo de la virginidad, por culpa de aquel tonto de Will Shakespeare y Dudley, entra en conocimiento íntimo con una de sus adorables damas de honor, a la que Elizabeth primero instiga por morbosa curiosidad, pero que cuando a los tórtolos se les van las cosas de las manos...hacia otras partes del cuerpo, los castiga.

Quiero decir que a diferencia de la primera Elizabeth, su sucesora es sanguinaria, histérica (¿cómo, si no, debía terminar una chica linda que se había atrevido a autodenominarse la reina virgen?), exagerada. Hay un par de escenas muy tristes en las que Cate deja mucho que desear.

Realmente es una pena, pero es una gran muestra de que la endogamia entre las familias reales lo único que hizo fue traer decadencia a los linajes y guerras, muchas guerras. Justamente en este film, Elizabeth lucha contra Felipe II, su ex cuñado y ex pretendiente (no lo culpe: en aquella época, en contra de lo que sucede hoy en día, era bastante común mirar con cariño a la hermana de la mujer) que despechado le mandó su armada invencible después de que se les cayeran los pactos y se volviera un fanático religioso.

No dejemos de señalar que Kapur hizo un maravilloso trabajo de reconstrucción, en eso no hay nada que discutir, y los trajes, las locaciones, la fotografía hacen que uno tenga la sensación de estar mirando por una ventana en el pasado tal cual fue. Pero lamentablemente ha fallado en la dirección de los actores, en la construcción de un guión que fuera consecuente con lo que había planteado hace diez años, con hacer algo que no parezca una novela colombiana, porque le aseguro que Cate Blanchett es lo menos colombiana que uno pueda imaginar. Y también lo es la historia: eso de "Dios apoya a Inglaterra en contra de España" es un poco telenovelesco y muy vomitivo.

A nosotros, los espectadores, súbditos inocentes, nos resta esperar que la sucesión se arregle en buenos términos, que Elizabeth se quede con el trono y que mande a la edad de oro al exilio, en una torre oscura y lóbrega y que se prohíba nombrarla en público...y si no, si insiste con su derecho al trono, que le corten la cabeza.

Dios salve a la Reina Elizabeth, muera la bastarda edad de oro.

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domingo, mayo 04, 2008

Iron man: El hombre de hierro

TITULO ORIGINAL: Iron Man

GENERO: Acción
DIRECCION: Jon Favreau
GUION: Mark Fergus, Hawk Ostby
INTERPRETES: Robert Downey Jr, Terrence Howard, Jeff Bridges, Shaun Toub, Gwyneth Paltrow
FOTOGRAFIA: Matthew Libatique
MUSICA: Ramin Djawadi
MONTAJE: Dan Lebental
ORIGEN: Estados Unidos (2008)
DURACION: 125 minutos
CALIFICACION: Apta para mayores de 13 años
WEB: http://ironmanmovie.marvel.com/

Álbum de figuritas
En mi infancia como, entiendo, la mayoría de las personas, se fantaseaba mucho con ser algún superhéroe. Tengo un álbum lleno de imágenes de aquellos años. Ante todo, en la primera hoja, el Superman de Christopher Reeve, que dicho sea de paso constituye mi primer recuerdo de un cine: estoy ahí con mi abuela, mirando al buenudo de Superman devenido un demonio cruel con jopo a la gomina que en un ataque de maldad provocado por la criptonita roja se pone a enderezar la torre de Pisa y obligaba a un pobre vendedor de souvenir a romper todas las miniaturas que constituyen la mercadería de su humilde negocio.

También estaba el Increíble Hulk de Lou Ferrigno, mi favorito. Ese hombrón, que por todo traje tenía unos andrajos que le quedaban adheridos al cuerpo cada vez que se enojaba por algo, contrastado con Superman y con sus prolijas calzas y su capa siempre bien planchada, era un mamarracho. El pobre era más un peligro para la sociedad que un bien y ya al final, en la serie televisiva, se ponía verde por cualquier cosa y reventaba todo. Tanto me influyó aquel contradictorio personaje que ahora, cuando algo me saca de quicio y me dan ganas de gritar o de trompearme con alguien, siento que mi furor no sirve de nada, que la única forma correcta de enojarse sería poniéndome verde, dar vuelta un par de autos. Estoy tan decepcionado por mi performance que ya casi ni me enojo.

Volviendo en las hojas de mi álbum otra vez, recuerdo que ya casi en la adolescencia hicieron furor las Tortugas Ninja (que en inglés eran algo así como “tortugas mutantes adolescentes”) con su mezcla rara de reminiscencias renacentistas, artes marciales tipo Bruce Lee, ampulosos experimentos genéticos y pizza de peperoni degustada sobre el piso mugriento de una alcantarilla. Ahora ya no me gustan, pero fueron un boom y eran divertidas y, además, el videojuego era muy bueno.

También en los 90 el gran Tim Burton renovó al hombre murciélago y le quitó la estética pop y lisérgica que tenía el de Adam West...y, apropósito, siempre me he preguntado por qué veíamos ese Batman tan anticuado y moralista. Sin duda lo de Barton fue un acto de sinceramiento: Batman no eran esas calzas grises, esos guantes para lavar la vajilla y esos carteles chillones que se enroscaban y desenroscaban en la pantalla ante los asombrados ojos de los niños de los 60, 70, 80 y, probablemente, 90.

Las relaciones entre el comic y Hollywood son largas y sinuosas. Yo he señalado algunas hojas de mi álbum, que son significativas para mí y que probablemente, por obvias, constituyan también momentos gloriosos en los álbumes personales de muchas otras personas.

Cómicland
Hay una buena película llamada Hollywoodland, que gira en torno a la investigación de un periodista sobre la misteriosa muerte, allá por 1959, de George Reeves, el primero en llevar a la pantalla al hombre de acero en una famosa serie de televisión denominada Las aventuras de súperman. En Hollywoodland puede verse cómo el papel iba fagocitándose al hombre real (que no tenía nada de super) y también las pasiones que se generaban en torno al personaje-actor (o actor-personaje, a esta altura da lo mismo), lo que previsiblemente nos permitiría afirmar que lo de los superhéroes es de todo menos una cosa de chicos. Amor, traición, exaltación, decepción, engaño

Hay una escena impresionante en esa película: Reeves (encarnado por Ben Affleck) se encuentra haciendo una presentación disfrazado de Superman cuando un niño le apunta con un arma cargada y le pregunta si realmente podría mostrarle sus poderes. Es un momento de gran tensión en el que el hombre de acero se salva por muy poco de convertirse en un hombre de plomo: el viejo refrán de ponerle el pecho a las balas no le debe haber hecho mucha gracia a Reeves...que por otra parte murió con una bala en el cerebro. Esta muerte conmovió a la opinión pública estadounidense y generó una intensa ola de debates, versiones contradictorias y confusas, investigaciones, acusaciones y especialmente niños deprimidos.

Tanta controversia puede ser explicada. Creo yo que hay algo de súper héroe en todos nosotros, una fuerza interna muy poderosa y que no necesariamente requiere que nos pongamos un traje ridículo y mucho menos que andemos saltando de un edificio a otro (digo mucho menos, porque a veces lo del traje sí es necesario). Eso despierta pasiones.

Los superhéroes son, en alguna medida, idealizaciones de esas fuerzas nobles, de ese algo que está latente y oculto, que es una identidad secreta hasta para nosotros mismos, que está esperando ansioso para salir a hacer el bien, para catapultarnos al infinito y más allá... y si no puede ser al infinito, por lo menos a la fama mundana... seamos sinceros, lo único que queremos es que nos catapulte a los brazos de un linda muchacha...bueno, por lo menos a los brazos de una muchacha (para... protegerla mucho, eso sí).

Decepción de acero
Iron man es una adaptación del cómic de Stan Lee. El film refleja el camino de toma de conciencia seguido por Tony Stark, un verdadero genio dedicado a continuar el negocio familiar heredado de su padre: ni más ni menos que una gigantesca corporación que diseña y produce armas sofisticadas. Es un personaje irreverente, genial, machista y alcohólico (interpretado por Robert Downey Jr., a su vez un personaje irreverente, genial, machista y alcohólico: dicen que no tuvo que actuar en absoluto) que al ser atacado y luego secuestrado por un grupo de insurgentes en Afganistán (hay que aclarar que originalmente, en el cómic, la acción transcurría en Vietnam) se ve obligado a colocarse una especie de reactor nuclear en el pecho para salvar su vida. Posteriormente, tras tres largos meses de cautiverio durante los cuales engaña a sus captores con la promesa de desarrollar una poderosa arma para ellos, logra escapar mediante una armadura muy poderosa.

A partir de esta experiencia se opera un cambio profundo en el bueno de Stark, que sigue siendo irreverente, genial, machista y alcohólico, pero que comprende que la construcción de armas es algo atroz y que para enmendar su error debe perfeccionar ni más ni menos que...un arma, la mentada armadura. Obviamente eso hace que todo se embrolle mucho porque hay poderosos intereses y mentes perversas en el medio, por lo que resulta natural que ya no se sepa quién es bueno y quién es malo: aparentemente los que antes lo apreciaban ahora ya no lo quieren...o lo quieren muerto.

No es demasiado asombroso el alto contenido nacionalista del guión, muchos de los cómic que nos llegan a través del cine surgieron como propaganda durante alguno de los conflictos bélicos que mantuvo Estados Unidos a lo largo del siglo XX y siguen fieles a ese fin. Lo asombroso, lo que me sigue asombrando, es el contenido mesiánico. La perenne conciencia de la capacidad ilimitada de destrucción que tienen y, a la vez, la tranquilidad autocomplaciente de creer que eso es lo que corresponde, porque solamente ellos pueden administrar ese poder correctamente. Como en cualquier parte hay elementos corruptos entre ellos, no cabe duda, pero la “salvación” sale únicamente de esa sociedad.

Resulta así que lo que a primera vista podría parecer una autocrítica de Tony Stark (coincidente con la de muchos estadounidenses “críticos” del sistema, “pacifistas”) es en realidad una reelaboración edulcorada que conduce al mismo punto de partida, una apología del status quo: es una miseria que existan armas, pero ya que existen deben estar en sus manos, que son los que saben cómo cuidarlas y manejarlas para el bien de la humanidad.

Hay una situación por demás elocuente sobre la mezcolanza ideológica que trasunta en la película. En determinado momento, una periodista increpa a Tony su inescrupulosa actividad. Sin duda un reflejo de la conciencia y humanidad de una sociedad democráticamente soberana e igualitaria. Pero lamentablemente, para nosotros, bastan tres palabras del magnate de la muerte, del playboy irreductible, para que la chica termine en su cama. Esto sí que es todo un alegato a la libertad de prensa, a la independencia de los medios de comunicación en el norte (ahora que medito un poco, puede ser que este sarcasmo lo introduzca yo por pura envidia: la periodista se veía realmente muy inteligente y, por otra parte, no hay pruebas contundentes en contra de la prensa estadounidense en relación a las múltiples acusaciones de que haya manipulado a la opinión pública durante algún conflicto bélico de su país).

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viernes, mayo 02, 2008

Estrenos del 1 de mayo de 2008

Lejos de ella (Cine Universidad)
Iron Man (Cinemark / Village Cines)
21 Black Jack (Cinemark / Village Cines)
Muerte en un funeral (Cinemark / Village Cines)
De amor y desencuentro (Cinemark / Village Cines)

domingo, abril 27, 2008

Tropa de Elite

TITULO ORIGINAL: Tropa de elite

GENERO: Drama - Acción
DIRECCION: José Padilha
GUION: Braulio Mantovani
INTERPRETES: Wagner Moura, Caio Junqueira, André Ramiro, Milhem Cortaz, Fernanda Machado
FOTOGRAFIA: Lula Carvalho
MUSICA: Pedro Bromfman
MONTAJE: Daniel Rezende
ORIGEN: Brasil (2007)
DURACION: 115 minutos
CALIFICACION: Apta para mayores de 16 años con reservas
WEB: http://www.tropadeeliteofilme.com.br/


Dios juega a los dadinhios con el Universo

Zé Pequeno, Mané Galinha, Dadinho son nombres que quedaron en mi memoria. Están ahí, en algún lugar, amontonados entre miles, luchando, fagocitándose entre ellos (es una favela de nombres): no quieren ser obligados a traspasar en el alambrado electrificado que separa al recuerdo del olvido, entienden que una vez del otro lado es difícil volver.

Pero, aunque ellos no lo sepan, por ahora están a salvo. Amo esos nombres porque son una historia o, mejor dicho, me cuentan una historia. Son un juego, son “dadinhios” que revoleo con un vaso forrado en terciopelo verde y que al caer me hablan de muchas maneras. Son fantasías muchas veces melancólicas y brutales pero también alegres y llenas de vida: un chico que conoce a una chica, un chico que saca fotos, uno que se tiñe el pelo, uno que se acuesta con la mujer del vecino, otro que se mete a un telo y revienta a todos por el placer de verlos reventar. Y así sucesivamente.

Eso sí, lo que pasa es que una vez que empiezo a jugar con los daditos no puedo parar tan fácil, me envicio, y al rato las historias me traspasan, me arrancan del idilio, de la anécdota trivial y me ponen serio y reflexivo (y dicen que cuando pasa eso se me marca una vena azul en la frente y que me veo muy viejo): los daditos se ponen violentos y se disparan entre ellos, y los nombres terminan siendo chapas agujereadas. Tienen armas superpotentes y no les importa nada, absolutamente nada.

Hay una impunidad total en la favela de Fernando Meirelles (o en el libro de Paulo Lins) y eso es lo interesante, lo atractivo. Lo mismo que en La naranja mecánica, la violencia simplemente está ahí, no importa por qué. Lo que sí importa es que se pueden contar historias a partir de ella, historias que la suspenden, la anulan, y que tienen la virtud de dejar los informes burocráticos y las noticias policiales y la moral para después.

Vigilar y Castigar

Tropa de Elite empieza diferente, con un cartelito aprobado por la psicología social y que dice que las personas vienen determinadas por el contexto en el que se desenvuelven. Y después de eso larga la historia, que es la de un grupo de policías que pertenecen a un batallón especial de lucha contra el narcotráfico (BOPE): son hombres rudos, temibles, que utilizan la insignia de una calavera y que combaten a otros hombres rudos. Justamente el problema que se nos planteará a lo largo del film es qué grupo de hombres es el más rudo e impiadoso. Dos amigos y oficiales novatos, y un alto oficial de la BOPE son los protagonistas. Los dos primeros, llamados Neto y Matías, en su camino hacia la fuerza especial, el otro, Nascimento, en su camino de salida.

En la película hay dos grupos de “encargados del orden” (canas, bah): los corruptos y los de la BOPE, que vienen a ser algo así como un paradigma de rectitud. Pero siguiendo el proceso de Neto y Matías asistimos a una suerte de lección magistral (incluida, además, poco sutilmente en la trama mediante la representación de una clase universitaria en la que se discuten pasajes de Vigilar y Castigar) que se encarga de demostrar que esa representación está truncada y que solamente sirve para permitirles, en el caso de la policía corrupta, realizar tranquilamente sus operaciones ilegales (son narcos con uniformes...todos narcos) y, en el caso de los efectivos de la BOPE, asesinar a mansalva a los “delincuentes” exhibiendo métodos tan brutales e inhumanos que nos hacen pensar hasta qué punto esos animales representan al Estado...la respuesta podría ser que lo representan perfectamente (tan bien como los corruptos).

Pero en la película están también los chicos de clase media y alta, universitarios, que opinan que la policía está toda podrida, que es una institución represora (¡no diga, che!) y que tienen buenas intenciones: quieren ayudar a la gente de la favela...pero también son los principales consumidores de mercadería, con lo que cierran y realimentan este espantoso círculo vicioso (que debería llamarse círculo adictivo, del que además participan, aunque indirectamente los mismos BOPE, que sufren tantas presiones que tienen que pichicatearse con psicotrópicos: drogas legales y nuevamente el Estado y su poder represor de decir qué es legal y qué no).

Las escenas de acción están muy bien hechas y todo es muy armonioso en lo que a realización y actuación se refiere. Pero en lo que no cierra es en ese machacar con la idea, que la clase universitaria, que los policías corruptos, que los otros bestias súper entrenados, que los narcos. No es entonces que la película sea mala o que sea aburrida, pero deja gusto a moralina, a vigilar y castigar al espectador y al fin no se entiende bien qué es lo que quiere.

Y ya que estamos, volviendo un poco a Ciudad de Dios (¿no dicen que algún día todos estaremos en Su seno divino?), al DVD, a los extras del DVD de Ciudad de Dios, hay allí un documental en el que se trata el conflicto de la droga en las favelas. Debo decir que de hecho algunas secuencias de Tropa de Elite parecen salidas de ese documental (¿o al revés? y en esta respuesta crucial puede residir todo el mérito de Tropa de Elite). Justicia poética que le dicen.

Y por eso yo me pongo a jugar con mis daditos, que son los mismos que usó Dios para crear el universo y, por supuesto su ciudad, la Ciudad de Dios.

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viernes, abril 25, 2008

Estrenos del 24 de abril de 2008 en Mendoza

Expiación, deseo y pecado (Cine Universidad)

El diario de la niñera (Village Mendoza / Cinemark Cines)

Enemigo en casa (Village Mendoza / Cinemark Cines)

Tropa de elite (Village Mendoza / Cinemark Cines)

domingo, abril 13, 2008

Viaje a Darjeeling, por Diego Niemetz

TITULO ORIGINAL: The Darjeeling limited
GENERO: Comedia dramática
DIRECCION: Wes Anderson
GUION: Wes Anderson, Roman Coppola, Jason Schwartzman
INTERPRETES: Owen Wilson, Adrien Brody, Jason Schwartzman, Amara Karan, Anjelica Houston, Bill Murray
FOTOGRAFIA: Robert Yeoman
MUSICA: Satyajit Ray, Merchant Ivory
MONTAJE: Andrew Weisblum
ORIGEN: Estados Unidos (2007)
DURACION: 91 minutos
CALIFICACION: SAM 13
WEB: http://www.viajeadarjeeling.com


De cómo el Ángel de la devaluación me abrió los ojos

Por algún motivo en el mundo occidental estamos muy predispuestos a creer que para “reencontrarse con uno mismo” (sea lo que sea que eso signifique) hay que viajar al oriente. Viajes famosos hay muchos, pero creo que para entender a qué me refiero es suficiente con nombrar el de los Beatles y sus resonantes sesiones de “meditación” con el Maharishi.

Yo, debo confesarlo, era una persona que buscaba la paz interior todo el tiempo. Primero probé siendo hippie, pero después me dediqué al orientalismo. Prendía mucho sahumerio en casa, andaba todo el día con música celta en el discman y asistía a clases de yoga y tai-chi-chuan unas tres o cuatro veces por semana. Claro que la convertibilidad, esa especie de ángel caído de los argentinos, me dejó con las ganas de viajar a la India y a Japón. Ya tenía todo listo: me había comprado un par de sandalias de cuero nuevas, un morral con motivos andinos y una remera con una estampa que tenía como fondo nuestra bandera y sobre ella, en tipografía que imitaba el yin-yang, una leyenda que decía “Argentinians are spirituals” y en la parte de atrás un Buda en posición de Loto y con atuendos gauchos.

Pero lo más parecido a una revelación que he tenido en mi vida fue la devaluación: me hizo ver en un solo momento y para siempre que no me iba a ir nunca al este asiático. De esa triste manera comenzó lo que yo llamo mi etapa del “resentimiento” y en la que me dedico a desmitificar todo lo que viene de allá. En las puertas de algunos supermercados chinos he escrito frases como “¡Y dónde está, y dónde está, el espíritu oriental!” o, la más provocativa y que me ha significado cierta trascendencia en los medios “¿No está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes? ¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos! (Marcos 11:17)”. Una vez, en un ataque de ira, le rompí el stand a un artesano de la Plaza Independencia que vendía sahumerios indios.

Debo reconocer que si toda esta confesión tiene algún valor para el blog es porque en el cine también he encontrado cierto consuelo: he hecho un viaje simbólico a oriente a través de la pantalla.

Viaje al Orient en el Fotograma Express

1) Me acuerdo que en el peor momento de mi crisis fui a ver al Cine de la Universidad Humo sagrado, en la que Harvey Keitel rescataba a la linda Kate Winslet de un nefasto gurú que la tenía como prisionera sexual ¿Quién que la haya visto no se acuerda de ella, toda rubia y desnuda, en medio del desierto haciéndose pipi encima? Realmente la directora Jane Campion dejaba bien en claro que era peligroso creer en cualquiera que aseguraba tener la llave de la revelación. Cuando la película terminó yo me levanté y me puse a cantar entre las butacas: “¡el que no salta es gurú, el que no salta es gurú!”. Casi todos los que estaban en la sala me insultaron. Uno que otro me sonrió benevolente.

2) Otra que me gustó fue Sabiduría garantizada, que es una buena idea, por eso de “garantizada”, porque nadie puede garantizar nada, y menos en materia de adquisición de sabiduría. Me imagino que si yo hubiera seguido siendo como era, a esta altura me parecería mucho al gordito protagonista del film que lo único que aprende es que no se puede dejar a una mujer más de un día sola (en toda esta crisis también me hice machista). Me pareció muy gracioso que los japoneses tengan tanta sabiduría oriental y no puedan hacer un mapa de Tokio como la gente...es un alivio que la devaluación me haya dejado sin viajar.

3) Cuando salió Perdidos en Tokio, yo estaba en Buenos Aires en una clínica de desprogramación, porque había recaído levemente en mi tendencia de creer en las soluciones trascendentales y me estaba acercando otra vez a los sahumerios y todo eso. Andaba con un amigo muy querido que me había ido a buscar a la granja donde estaba internado y fuimos a los cines de Recoleta a ver la ópera prima de Sofia Coppola. Mientras largaban los títulos, yo le decía a este amigo que tenía miedo de no curarme nunca y una señora con un tapado de nutria nos dijo que nos calláramos. Yo le tiré con una de mis sandalias y me di cuenta de que estaba curado. Después de pura alegría, y porque no me servía de nada quedarme con una sola, le tiré la otra a la mujer que estaba con ella.

La película me dio una satisfacción más: los japoneses no saben hacer chancletas de tamaño normal...entonces ¿dónde queda la sabiduría? Porque todo bien con eso de los chips y los microprocesadores cada vez más chiquitos, en eso son unos genios, no se discute...pero ¿microchancletitas? ¿Para qué sirven? ¿Acaso podés guardar más información? ¿caminar más rápido? La respuesta es un contundente NO. Entonces: ¿dónde queda la sabiduría?

Viaje a Darjeeling
El Darjeeling es un tren que recorre la India en el que viaja la gente que quiere reconstituir su vida. Para Wes Anderson los viajeros son tres hermanos que tienen problemas, como todos pero a la Anderson (es decir, su madre se llama Anjelica Houston y les ha causado unos traumas espantosos).

El tren se mueve por parajes inhóspitos y la verdad es que los colores son abrumadores, la fotografía y la banda de sonido son impecables. En un momento uno de los hermanos habla de los olores y yo digo que ese es otro mérito de la película, hace consciente de los aromas de la India a todos los que la miran y leen los subtítulos.

Sin embargo, creo que lo bueno de la película (digo lo bueno, porque en su gran mayoría es una reelaboración de los motivos clásicos de Wes, que para ser sincero ya me están aburriendo un poquito: es como si fuera el Cirque du Soleil, que a pesar de cambiar el nombre del espectáculo sigue teniendo los mismos contorsionistas, pero más viejos) es que hay una especie de mirada sobre el viaje a Oriente como lo plantea la sociedad Occidental: somos todos productos del consumismo al que adoramos como a un dios de cuatro brazos, Vishnú omnipotente, del cual somos prisioneros sufrientes pero por voluntad propia. Esto quiere decir que somos infelices pero que no nos podemos cercenar todas las comodidades que la infelicidad nos da (las connotaciones religiosas quedan por cuenta del lector, si es que hay).

Estos hermanos, se van a la India a resolver sus problemas y viajan de un lugar a otro cargando miles de valijas (que a propósito, no por nada son Louis Vuitton) que representan una pesada herencia y la imposibilidad de espiritualizarse realmente. Eso me gustó: son valijas carísimas que sirven para guardar bienes materiales, obstáculos para la espiritualidad en definitiva.

Finalmente ellos algo aprenden, pero no por el mero hecho de viajar a la India. Y el que la mira debería aprender lo mismo: las valijas quedan por el camino y un par de canciones tontas nos dicen que la vida es hermosa.

Hace varios años los Beatles, para volver a un argumento que ingresábamos en el primer párrafo, pasaron por lo mismo. No por muy Indio que fuera el Maharishi tenía menos necesidades carnales que cualquier otro, de donde salió lo de Sexy Sadie y todo eso. El final es casi el mismo: las valijas se quedaron en la India y salieron algunas canciones de desencanto perfectas para el final de la película, que ya estaba cerca. Títulos.


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sábado, abril 12, 2008

Estrenos del 10 de abril de 2008 en Mendoza

Michael Clayton (Cine Universidad)
Rancho aparte (Village Mendoza / Cinemark Cines)
El diario de los muertos (Village Mendoza / Cinemark Cines)
Viaje a Darjeeling (Village Mendoza / Cinemark Cines)

viernes, abril 04, 2008

Lluvia, por Diego Niemetz

Aluvión

Es sabido que muchos artistas han sucumbido ante el peso de sí mismos. Han caído presos de su propio arte. Han escrito o dirigido (o ambos) su obra maestra y después se pasan la vida intentando superarla. Casi nunca lo logran y terminan siendo tristes reminiscencias de sí mismos.

Herencia, la opera prima (a propósito, ¿ha notado cómo nos gusta esa expresión en el mundillo del celuloide?: no se usa en ningún otro lado con tanta afición como entre los críticos de cine, casi todos estamos esperando que aparezca alguien nuevo para escribir en letras mayúsculas y grandilocuentes: “llegó el momento del estreno de la tan esperada OPERA PRIMA de...”, y cómo brillan y cómo reluce la sonrisa del novel artista al ser presentada entre clarines, o en Clarín, su opera prima), decía que Herencia, el film con el que Paula Hernández se largó al ruedo del cine nacional, fue un gran descubrimiento. Recuerdo que en los círculos intelectuales en los que me muevo (los críticos somos todos muy intelecto-dependientes) no se hablaba de otra cosa. Y fueron semanas de discutir los logros estéticos y narrativos de una película tan linda y tan interesante. La gran pregunta en esos elevados conciliábulos era si uno se la jugaría así por una minita. Eso fue allá por el dosmiluno y a la pregunta todavía no lo responde nadie. Es que los críticos somos muy desconfiados e indecisos.

Ahora Hernández vuelve con Lluvia que...¡ay, estoy por escribir una maldad, una obviedad repleta de perversión! Pero no, me voy a contener. Criticar una película no quiere decir darle rienda suelta al sarcasmo.

Lluvia, lamentablemente, no está a la altura de su predecesora.

Una mujer, Alma, (Valeria Bertucelli) viaja en su auto y en medio de un embotellamiento, bajo una lluvia torrencial, un desconocido (Ernesto Alterio) sube al vehículo imprevistamente. Es un español llamado Roberto que le pide que no lo delate. A partir de ese momento ambos irán estrechando el vínculo y revelando sus historias personales al otro. En el caso de ella, una crisis de pareja. En el de él, una difícil tarea que lo ha obligado a viajar a la Argentina y que lo enfrenta con ciertos aspectos no resueltos de su pasado.

Es una historia que podría resultar interesante, pero que cae en una serie de defectos de realización graves. Silencios injustificados e injustificables, incoherencias de guión, fallas en la continuidad de las secuencias, propagandas burdas (aunque efectivas: le juro que la próxima vez que vuelva a Buenos Aires voy a parar en “Hotel Dorado”...).

Y, volviendo un poco a lo que anotábamos al comienzo, no sólo la directora debe luchar con su pasado. Valeria Bertucelli parece condenada a hacer el mismo papel una y otra vez, y no es por ella que lo digo, es que los directores la obligan, van al supermercado de actores y le dicen al muchacho con la pechera de “estoy para ayudarlo”: -necesito una actriz que haga así, medio de autista, medio de fracasada, simpática y que fume mucho. Y entonces el chico le dice “próxima góndola a la derecha, Valeria Bertucelli se llama”.

Y Ernesto Alterio, bastante desconocido en la Argentina aunque ha participado en algunos films, parece estar a punto de gritar todo el tiempo “La puta que vale la pena estar vivo” y nosotros, un poco, queremos que lo haga porque es una especie de Héctor jovencito. Está luchando con su pasado de una manera similar a la del personaje que representa: lucha, en términos Bloomianos (esto lo digo para que se de cuenta de lo de la intelectualidad de los críticos), contra la mirada simbólica de su padre que lo ahoga: la angustia de las influencias no lo deja ser.

Una lluvia de verano le gusta a cualquiera. Se puede salir a la vereda, mirar para arriba y mojarse un poco la cara, abrir la boca y tomar agua, caminar abrazados... Ahora, si no para a tiempo y se convierte en aguacero, ahí ya hay una diferencia. Porque una cosa es una lluviecita refrescante y otra un tormentón, uno de esos diluvios insoportables que no paran nunca. Uno mira por la ventana y se le arruga la piel de sólo pensar en pisar la calle. Corre agua a mares, arrastra cosas y se mete adentro de la casa, y acá en Mendoza para colmo se tapan las acequias y todo es mucho peor.

Eso es lo que pasa con Lluvia: que al principio refresca un poco, pero al final hace agua por todos lados...uy, se me escapó el sarcasmo obvio.

Ficha Técnica
TITULO: Lluvia
TITULO ORIGINAL: Lluvia
GENERO: Drama
DIRECCION: Paula Hernández
GUION: Paula Hernández
INTERPRETES: Ernesto Alterio, Valeria Bertucelli
FOTOGRAFIA: Bill Nieto
MUSICA: Sebastián Escofet
MONTAJE: Rosario Suárez
ORIGEN: Argentina (2008)
DURACION: 110 minutos
CALIFICACION: SAM 13
WEB: http://www.lluvialapelicula.com/

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Estrenos del 3 de abril de 2008

Sweeney Todd: El barbero demoníaco de la calle Fleet (Cine Universidad)

El Orfanato (Village Cines /Cinemark Palmares)

Lluvia (Village Cines /Cinemark Palmares)

Corresponsales en peligro (Village Cines /Cinemark Palmares)

Angel-A (Village Cines /Cinemark Palmares)


jueves, marzo 27, 2008

Sin lugar para los débiles, por Diego Niemetz

Preludio: Té con macitas y Coens
Creo sobre todo que es un tema de expectativas. Para la mayoría de los mortales el hecho de que los Coen sean los Coen es un asunto menor, salvo para ellos, claro. Su verdadero logro es hacernos creer a todos que son muy importantes.
Me explico.
Supongamos ahora que soy una señora muy coqueta y que tengo un grupo de amigas igualitas a mí. Y créame, no es tan difícil suponerlo porque en cierta medida soy una señora coqueta. Adoro arreglarme el pelo en la peluquería y una vez por semana me junto con las chicas en la confitería de la avenida Emilio Civit a merendar y a conversar. Para mí el té es siempre de frutos patagónicos y las macitas de anís, como los que me hacía la Coca en la estancia de mis antepasados en las sierras de Córdoba. Con las chicas nos conocemos bárbaro y nos la pasamos estupendamente.
Los temas sobre los cuales conversamos son muchos y variados, pero puedo asegurar sin miedo a equivocarme que en ningún encuentro nos ha faltado la cultura, porque nosotras somos así. Hablamos de literatura (ahora estamos todas cachondas con el Guillermo Martínez), de pintura, de música y, por supuesto, de cine, que es nuestro favorito. Nos encanta compartir las apreciaciones de las películas que hemos visto durante la semana: que el George Clooney está muy bien en Buenas noches y buena suerte, si tenés razón, pero no tan bien como el Bardem en Mar profundo...esa no la vi, ¿es buena?...¡ay! es una película fuertísima, mejor ni la veas nena porque te ponés mal...eso querida, si para amargarse ya está este país....¡Mejor cambiemos de tema! ¿se acuerdan de la fotografía de los Puentes de Madison? ¡Qué belleza!...¿vos lo decís por el Clint Eastwood? Ay, pero qué churro que es...y todas nos ponemos un poquito coloradas.
Y así estamos un par de horas, hasta las 19 ó 19:30. Lo digo por si alguien quiere reunirse con nosotras.
Bueno, si yo fuera una de estas señora, no me gustaría para nada llegar el jueves a la reunión y que cualquiera de las otras chicas, pero especialmente la Elena, haya visto la de los Coen: tantos Oscar, la mejor peli del año, ay, la tengo que ver.

Jueves de siesta en el cine
Un loco anda suelto por las rutas. Cerca de ahí, un hombre camina por el medio de un desierto con el sol cayendo a plomo sobre su cabeza. Lleva armas y anda de cacería. De pronto observa algo que apenas llama su atención: unas camionetas, un par de toneladas de droga y unos cuantos cadáveres acribillados. También: una valija con dos millones de dólares. Realmente nada del otro mundo, nada que no pase todos los días en cualquier desierto del bendito planeta Tierra.
Es claro que este hombre, llamado Llewelyn Moss (Josh Brolin), se acaba de meter en un lío que lo llevará por caminos insospechados y tortuosos. Porque el loco que anda suelto por las rutas Anton Chigurh (Bardem) ahora anda tras él y es implacable como el destino mismo.
Y hablando del destino implacable, creo que esta película tiene mucho de tragedia en el sentido original de la palabra, es decir, el que le daban los griegos. En las tragedias clásicas, un mortal, generalmente movido por sus pasiones, cometía un error (llamado casualmente “error trágico”) que originaba a su vez una reacción adversa de las deidades. El objetivo de tal reacción no era simplemente castigar a ese hombre, sino que lo que se buscaba era reestablecer el equilibrio cósmico perturbado por sus transgresiones. No importa si el humano se equivoca a propósito o no, lo que sucede es que indefectiblemente debe recibir su castigo.
Me parece que hay algo de eso en Sin lugar para los débiles. Llewelyn comete un error y luego su caída es prácticamente inevitable. Recibe numerosas advertencias para detenerse y aliviar un poco el castigo, pero él está obstinado. Ha puesto en marcha el mecanismo y ya no hay manera de detenerlo. La película se vuelve entonces una persecución en la que el protagonista se obsesiona cada vez más y más por mantener consigo el dinero mal habido y el extraño ser que lo persigue se limita a ir cerrando el círculo del destino sobre él (y a meterse el Oscar en el bolsillo).
Hablar más sobre el argumento de la película es imposible, porque no es más que eso.
El final ha defraudado a muchos espectadores, pero para mí no es más que un final consecuente con lo que la película propone. No es, a mi humilde entender, la mejor de los Coen, pero está llena de las cosas buenas que ellos saben hacer muy bien: diálogos grandiosos, la caracterización psicológica de los personajes es impecable y una narración que no deja de descansar a quien está mirando.

Epílogo: 5 O´clock, con las chicas en la confitería
Pero qué suerte...ninguna fue a ver Sin lugar para los débiles...tengo el monopolio de la atención...Ay, pero me van a preguntar y la verdad es que no sé, no entendí mucho la peli esta, la verdad es que termina muy raro, ay, que hago, bueno, yo les digo que me gustó, total... Ay, no saben chicas, la verdad es que es una película ma-ra-vi-sho-sa, me encantó, es lo mejor que he visto en mucho tiempo, la verdad que a mí los Coen me fascinan...

Así, en las mesas de algunas confiterías mendocinas, se ganan Oscars.

Ficha técnica
TITULO: Sin lugar para los débiles
TITULO ORIGINAL: No country for old men
GENERO: Thriller
DIRECCION: Ethan Coen, Joel Coen
GUION: Ethan Coen, Joel Coen
INTERPRETES: Tommy Lee Jones, Javier Bardem, Josh Brolin, Woody Harrelson, Garret Dillahunt
FOTOGRAFIA: Roger Deakins
MUSICA: Carter Burwell
MONTAJE: Ethan Coen, Joel Coen
ORIGEN: Estados Unidos (2007)
DURACION: 122 minutos
CALIFICACION: Apta para mayores de 16 años
WEB: http://www.nocountryforoldmen-themovie.com/

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Estrenos del 27 de marzo de 2008

Sicko (Cine Universidad)

Un niño de otro mundo (Village / Cinemark)

Jumper (Village / Cinemark)

jueves, marzo 20, 2008

Estrenos del 20 de marzo de 2008

Antes de Partir (Village / Cienmark)

El Patito Feo y Yo (Village / Cienmark)

El Tren de las 3 10 a Yuma (Village / Cienmark)

Entrenando a Papa (Village / Cienmark)

Las Cronicas de Spiderwick (Village / Cienmark)

Posdata Te Amo (Village / Cienmark)

Sin Lugar para los Débiles (Village / Cienmark)

Cómo celebré el fin del mundo (Cine Universidad)

martes, marzo 18, 2008

DVD: Diamante de sangre, por Diego Niemetz

Bailar con la más fea

Hay una línea que va de El jardinero fiel a El señor de la guerra y de ahí viaja a Diamante de sangre. Es una línea filiatoria, como la que se podría trazar entre tres hermanas de huesos y carne. No me digan que no han visto algo así: dos hermanas lindas, que parece que han agotado las reservas genéticas de la familia, y la tercera que...pobrecita.

Bueno, esta es la historia de una familia así. Y la escribo porque corremos el riesgo de que nos inviten al baile anual de su aristocrática familia, de que nos entusiasmen con casarnos con las más bonitas, pero con la secreta intención de encajarnos la tercera. A nadie le gusta bailar con la más fea.

Las hermanas grandes son distintas, son cosmopolitas, y además de que son lindas, tienen estilo. Las crió la abuela y les enseñó a tomar el té como señoritas inglesas. Incluso la del medio (las del medio suelen ser las menos agraciadas), que nació en Estados Unidos, aprendió a moverse muy bien. En cambio la tercera, nació y ya no le importaba a nadie, todos estaban cansados de criar a las otras dos y a esta la dejaron sola. Si por lo menos hubiera sido un varoncito, decían. Para colmo era fea y lloraba todo el tiempo.

Hay algo entre las tres que las hace parecerse, el mentado aire de familia: hablan de una determinada situación “sistemática”, que tiene que ver con negocios ilegales que se manejan desde los correctísimos países del Primer Mundo, que funcionan a costa de muchas vidas generalmente africanas (aunque como lo predica la hija del medio, las víctimas son todos los países del Tercer Mundo, incluso con Tato y Diego jugando en la de Boca) y que significan cantidades de dinero abrumadoras. Todo bajo una maliciosa complicidad gubernamental. Esa es la herencia genética, lo que mamá y papá les dieron. Pero después cada una se desarrolló, se pusieron pulposas y curvilíneas las dos más grandes. La tercera es una tabla de planchar y tiene el tabique desviado.

Laberinto de errores

Fui niño en los 80 y adolescente en los 90. Laberinto y Romeo+ Julieta.

Me acuerdo una noche de verano, en el sillón de mi abuela, mirando a la muchachita luchando contra Bowie: la VHS era casi nueva (y era la primera en toda la familia). También una vez, verano nuevamente, que fui al cine con una novia a la madrugada a ver esa adaptación increíble de Baz Luhrmann (el mismo de Moulin Rouge!). Verlos a DiCaprio y a Connelly juntos es una cosa interesante. Como si los caminos en sus laberintos o sus naufragios (no, no uso la palabra casualmente), los hubieran juntado.

DiCaprio es un mercenario que se dedica a hacer negocios ilegales con los rebeldes de Sierra Leona. Les vende armas a cambio de diamantes, que son extraídos mediante esclavos de otras tribus. Las armas que les da, son en su mayoría utilizadas por niños soldados. Es atrapado con los diamantes sucios y es encarcelado por algunas horas (obviamente, es algo así como un intocable: trabaja para hombres muy poderosos).

En la cárcel escucha la historia de un diamante de sangre, algo raro y muy costoso, que ha sido descubierto por uno de esos esclavos. Hace que lo liberen y le ofrece encontrar a su familia a cambio de la piedra. También, casi al mismo tiempo, la conoce a la Connelly que es una periodista estadounidense y comprometida (sea lo que sea que esa palabra signifique en Hollywood), que lo trata de convencer para que le cuente la historia de los diamantes. Todos van tras ese diamante y la película se vuelve un gran baño de sangre, repleto de mutilaciones y fusilamientos a quemarropa.

Hay tres secuecias que sobran para demostrar que esta es la hermana chata y con el tabique doblado:

1) Cuando Solomon Vandy (el hombre que encontró el diamante de sangre) logra por fin reencontrarse con parte de su familia en un campo de refugiados y grita desaforado (ya lo ha hecho otras dos veces previamente) y a esa altura parece más Nacha Guevara con un problema en las cuerdas vocales y pasada de cama solar que un hombre agobiado por el destino.

2) Cuando Danny Archer (DiCaprio) y Maddy Bowen (Connelly) conversan sobre la importancia de la prensa estadounidense y ella, casi llorando, defiende la libertad de expresión y la independencia de los periodistas para decir de todo.

3) Cuando después de una buena secuencia de acción Archer descubre que ha sido herido de bala (lo descubre literalmente, es herido y un buen rato más tarde se da cuenta) y le regala el diamante a Vandy para que escape mientras él se sacrifica deteniendo a los enemigos. Como si eso no fuera empalagoso, tiene tiempo todavía de usar un teléfono satelital para llamarla a la Bowen y decirle que la quiere.

Todos los lugares comunes en los que se podía recaer están. Después de esto, ya no me da para pensar cosas metafísicas, que la vida, que los actores. Nada más que: el pobre director empezó a equivocarse y cuando quiso salir ya no pudo, era un laberinto lamentable de pifiadas y clichés, un naufragio gigantesco.

Al menos Zwick en eso ya tenía experiencia. No hay más que recordar lo de El último samurai

Ir al baile voy, pero si no me pasan a una de las hermanas grandes para el vals, me quedo en la barra, tomando champán y comiendo canapés.

Ficha técnica
TITULO: Diamante de sangre
TITULO ORIGINAL: Blood diamond
GENERO: Aventuras
DIRECCION: Edward Zwick
GUION: Charles Leavitt
INTERPRETES: Lenardo DiCaprio, Djimon Hounsou, Jennifer Connelly, Kagiso Kuypers, Arnold Vosloo
FOTOGRAFIA: Eduardo Serra
MUSICA: James Newton Howard
MONTAJE: Steven Rosenblum
ORIGEN: Estados Unidos (2006)
DURACION: 142 minutos
CALIFICACION: Apta para mayores de 16 años
WEB: http://wwws.la.warnerbros.com/blooddiamond/
DISTRIBUIDORA: Warner

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