sábado, diciembre 31, 2005

Calificaciones 2005

Tras la inminente llegada de un nuevo año ciertas criaturas suelen realizar balances del que se acaba. Radiocine parece ser uno de estos seres. Es por eso que quienes lo hacemos decidimos arriesgar un recuento de los noventa y cinco estrenos que vimos durante el 2005 y calificarlos. No ya para que saque conclusiones demasiado profundas sobre el cine que pasó por las salas este año, sino más bien para que tenga a mano una guía de lo que creemos vale la pena ver y lo que no. He aquí la tabla resultante dividida por sus respectivas referencias, confeccionada por Dregan Remetz, Josefina Cornejo Stewart, Nicolas Voloschin, Alejandro Dik, Leonardo Meloni, Martín Dik, Mariana Fachinetti y Ariel Benasayag.

Referencias (o un intento):

5 - Lo mejor del año.
4 - Excelente, para ver en el cine antes que la saquen (o alquilarla, claro).
3 - Algunas cosas buenas, otras no tanto... para pasar el rato.
2 - Sigo sin entender quién puede malgastar su dinero en algo así.
1 - Tuve incontenibles deseos de abandonar la sala.

lunes, diciembre 26, 2005

La casa de cera

Título original: House of wax
País: Australia–Estados Unidos / Año: 2005 / Duración: 1 hora 43 Minutos
Dirección: Jaume Collet-Serra / Guión: Chad Hayes y Carey Hayes
Basado en la historia de: Charles Belden
Intérpretes: Elisha Cuthbert, Chad Michael Murria, Brian Van Holt, Paris Hilton

Por Leonardo Meloni

Hace ya un tiempo vengo repitiéndome una y otra vez: “necesito nuevas ideas”. Ya se que a los productores les resulta mucho mas fácil (y económico) adaptar viejos títulos, clásicos, series de televisión o lo que sea. Pero díganme: ¿no se les podría ocurrir -aunque más no sea una sola vez al año- una idea nueva que nos deslumbre?

Si pudiera plantear esto a esos empresarios de Hollywood, es posible que me contestaran: “¿Pero para qué, muchacho? De esta manera tenemos asegurado el éxito”. Y a mi no me quedaría otra que decir “Tienen toda la razón”, antes de dar la vuelta y volver tras el mostrador del video club.

Últimamente cuando hablamos de remake pareciera que sólo hacemos referencia al título de la obra; las películas vuelven, pero bastante modificadas respecto de las originales. Según lo que me contaron (no vi la de 1953), “La casa de cera” es una más de este tipo. Muy poco se ha respetado de aquella cinta que se vio en 3D en los cines de aquella época (escuchó bien: fue una de las primeras películas tridimensionales).

“La casa de cera” cuenta la historia de un grupo de amigos que emprenden un viaje con el objetivo de ver un partido de fútbol americano. Obviamente se trata de un grupo del cual participan todos los estereotipos de adolescentes norteamericanos, entre ellos la “baby-face” de muy poco cerebro, el “chico-moreno” que en algún momento será discriminado y los “rubiecitos-cancheros” que se llevan el mundo por delante.

Ya se hace de noche y deciden acampar. La confrontación con un misterioso camionero deja a todos muy nerviosos y, a la mañana siguiente, descubren que alguien ha forzado la cerradura de su auto. Temiendo quedarse parados en la ruta, aceptan la invitación de una persona de la zona para ir hasta Ambrose, el pueblo más cercano. Al llegar llama inmediatamente su atención un museo de cera, en el que encuentran esculturas humanas demasiado reales. No pasa mucho tiempo hasta que descubren que existe una macabra razón por la que las figuras parecen de carne y hueso.

Un párrafo aparte merece la actuación de Paris Hilton y este es ese párrafo. Esta bien, tal vez sea más de lo que merece, pero estoy considerando este es todue cir tras el mostrador del video.que muere a la mitad de la película.

¿Asustarse? No. ¿Divertirse? No. ¿Entretenerse? No. ¿Distraerse? Tampoco. Para nada de esto sirve “La casa de cera”. Llega el final y trato de terminar rescatando algo, pensando qué me dejó esta película. Si logro descubrir qué es, quédense tranquilos que aquí estaré para contarles.

viernes, diciembre 16, 2005

King Kong

Título original: “King Kong”
País: Estados Unidos-Nueva Zelanda / Año: 2005 / Duración: 3 horas 7 minutos
Dirección: Peter Jackson / Guión: F. Walsh, P. Boyens y P. Jackson

Basado en la historia de: M. C. Cooper y E. Wallace
Intérpretes: Naomi Watts, Jack Black, Adrien Brody, Andy Serkis

Por Ariel Benasayag

Ver el mono. ¿Por qué razón un padre llevaría a su hijo de no más de cuatro años a ver “King Kong” en inglés y con subtítulos, teniendo la posibilidad de disfrutarla en un español compresible para ambos en más variadas funciones? No pude esquivarle a la inútil incógnita al presenciar la escena justo delante de mi butaca, mientras me preparaba con pop-corn y gaseosa para la espectacular maratón cinéfila que se avecinaba.

Ni bien comenzaron los simples y apropiados créditos de la película hice a un lado la ya obsesiva interrogante, que terminé olvidando por completo en el clip inicial en la que Peter Jackson repasa rápidamente y con precisión los deprimidos primeros años de la década del ’30 en la Gran Manzana.

Volvió la incertidumbre cuando ya no podía evitar las inocentes palabras del niño a su padre. Entre “qué está pasando”, “qué le dijo”, “cuándo sale King Kong” y otra vez “qué pasa”, desarrollé una hipótesis sobre la película: lo único que importa en “King Kong” es el mono. La historia que rodea al gigantesco simio sólo está ahí para justificar su presencia. Así, la gente va al cine a ver el mono, que se entiende en cualquier idioma.

Hipótesis más que equivocada.

Ver el talento. Anecdóticamente diré que tanto elquie nte dirvestuarios, todo. mejante problema dre tant padre y como el hijo (muy a pesar de su negativa directa) abandonaron la sala habiendo visto el mono, pero antes de que éste terminara de corretear por Broadway. Para ese entonces yo ya llevaba más de dos horas mudado de butaca, hipnotizado por la obra maestra del entretenimiento que ofrecía Jackson.

“King Kong” representa una ecuación difícil: ¿Cómo hacer que una historia que casi todo el mundo conoce (recordemos que la versión original data de 1933 y que desde entonces ha habido versiones, secuelas y citas de las más variada índole) sea de nuevo entretenida? ¿Cómo atrapar al público con las aventuras de un grupo de cineastas y traficantes de animales exóticos que viajan a lo desconocido para encontrarse con nativos salvajes que ofrendan una rubia a un gorila de tamaño descomunal, que resulta ser el rey de una isla prehistórica donde la evolución parace hacer tomado caminos alternativos-? ¿Cómo conmover con una trama de amor entre una actriz de teatro maravillada y un fiel y orgulloso simio, que además no puede sino terminar en tragedia? ¿Cómo hacer que esto dure más de tres horas y que los espectadores no quiten ni un instante la vista de la pantalla?

Sospecho que sólo el talento puede resolver semejante problema. Y no cabe duda alguna de que Jackson lo tiene.

Ver el espectáculo. La historia que subyace a la de Kong no es menos bestial: un ambicioso director de cine sediento de aventura, fama y fortuna (Jack Black) huye -perseguido por la policía y sus productores ejecutivos- hacia una isla inexplorada llevándose a su equipo técnico y una cámara, engañando con rodajes orientales a un galán consagrado para el papel del héroe y una hermosa actriz desesperada para el papel de la damisela en peligro (Naomi Watts), y secuestrando además a su bohemio guionista (Adrien Brody). Esta película lo convertirá en un millonario productor o lo llevará a la perdición total, por lo que el hombre evitará cualquier titubeo a la hora de traspasar más de una delgada línea roja.

La primera de las tres posibles secciones en las que se puede dividir “King Kong” no difiere demasiado de cualquier película de época excelentemente realizada: paisajes urbanos, calles, vestuarios. Pero cuando la tripulación del “Ventura” llega a la Isla de la Calavera la película comienza a dar tremendos y fascinantes giros: del drama a la aventura, de la comedia a la tragedia, del romance a la acción que roza lo bizarro (de qué otra forma calificar las peleas de Kong con los dinosaurios y demás sorpresas que depara la Isla).

La presentación de la Octava Maravilla en un teatro de Broadway, el reencuentro con la rubia pasión, la escalada al Empire State y el inevitable final completan esta fabulosa película que todo lo tiene; incluso un retrato de algunas especies animales, particularmente de la rata del mundo del espectáculo.


El mono, impresionante.

Calificación: 4 Nanitos.


jueves, diciembre 15, 2005

12 Fotogramas de Ezequiel Acuña

Con sólo dos películas Ezequiel Acuña se ha ganado un lugar en el cine argentino, como mentor de la “generación melancólica”. “Nadar solo” (2003) y “Como un avión estrellado” (2005) reflejan una adolescencia que dista de la que muestra la TV. En esta ocasión, el último ganador del premio a la Mejor Película en la Competencia Nacional del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (BACIFI 7) deja que la pluma de Radiocine capte sus 12 fotogramas.

Por Josefina Cornejo Stewart

1. ¿Cuál fue la última película que viste? ¿Qué te pareció?
Última película “Como un avión estrellado”, es buenísma!!!!!, la vi en el Malba (en serio, esto ayer). La última que vi fue “Punk: acttitude” de Don Leeds en España, un documental sobre el punk, increíble.

2. ¿Qué película te gusta y nunca te animaste a confesarlo?
Hablo de todas, incluso la naiff o cursilerías que me pueden gustar, hay una película americana que se llama “Recordándote”, la vi muchas veces de chico y no envejece bien.

3. La película más aburrida de la historia.
Recuerdo bastante “Mi pequeño buda”, no terminaba más.

4. Tu película preferida de la infancia.
“Melody”, sin duda alguna. “El regreso del jedi” también.

5. ¿Qué película te hubiera gustado hacer?
No sé, algo como lo que hace Van Sant ahora.

6. Tu director preferido.
Van Sant, Lynch, Kitano, Won Kar Wai, Jarmusch.

7. ¿Qué película considerás sobreestimada?
“Perdidos en Tokio”, un buen contrapunto entre el cine super industrial y una película indie americana, me gusta pero no es para tanto, o “Vida acuática”, también.

8. El mejor título de una película.
“Mi mundo privado” puede ser, los títulos ingeniosos mucho no me gustan.

9. Tu banda sonora preferida.
Alguna de Lynch por lo variada, por Badalamenti, no sé; puede ser alguna película de Wes Anderson o algo americano en esa línea.

10. ¿Quién es la primera persona que ve el material una vez terminado? ¿A quién acudías por una opinión sincera y/o crítica?

El guionista, Santiago Pedrero, y hacemos después mil pasadas y reescribimos la película.

11. ¿Alguna cábala antes del estreno?

Pensar que no va ir nadie a verla, saber que la viste con dos personas y con mil, y que las críticas pueden venir de cualquier lado.

12. Top 5 mejores películas de todos los tiempos.
400 golpes.
Un tiro en la noche de Ford.
Extraños en el paraíso.
Happy together.
Alicia en las ciudades de Wenders (es lo que sale ahora).

miércoles, diciembre 14, 2005

Dónde sentarse

Por Nicolas Voloschin

Habitualmente llego a la sala con las luces encendidas, muy distinto hacerlo con ellas apagadas, ese es otro tema.

Al entrar estoy expuesto y soy extraño entre tantos otros, tan extranjeros de mi vidas como yo de las de ellos. Pero aquellos que llegaron antes juegan con ventaja.

En primer lugar los protege esa fortaleza en la cual son emperadores, la butaca seleccionada. No son un pueblo nómada como yo, si no toda una civilización desarrollada. Quién dice, tal vez en varios años sean Machu Pichu o las pirámides de Egipto. Seguros de sí mismos y su lugar en este mundo, al menos por esa hora y media que dura la película. Diferente es mi situación, que me hallo sumergido en un mar de dudas, y lo peor de todo, desconozco cualquier tipo de agricultura.

Recorro las caras, casi como si fueran los mismos asientos, digo casi, porque nunca me sentaría en una cara; por más vacía que esta se me haga. Tampoco muy cerca como para reconocer su alegría o desazón. Se que dentro de poco compartiremos la intimidad de estar en silencio y sin luz, pero que sea de lejos, una butaca mínimo, suficiente intimidad para tener con desconocidos.

A fuerza de recorrer una y otra vez estos parajes, se de varios imperios que se extienden a lo largo de las salas y los días. He logrado reconocer una zona que es deseada por ellos. Un lugar en donde las cosechas son más abundantes. Aquellos lugares que permiten disfrutar totalmente del Sistema Dolby Digital, allí donde el universo es acompañado a la perfección con sonidos que vienen de una y otra dirección. Al menos eso debería ser según el manual. Habitualmente al centro de las filas y justo en la que queda definida por el par de parlantes del medio de la serie que cuelga de la pared. Coincidente con el lugar central en relación a la pantalla, allí debe colocarse la Pirámide del Sol y de la Luna o su templo según sea.

Las variaciones en relación a esta ubicación implican algunas complicaciones. Si estoy muy cerca no disfruto suficiente del sonido y las imágenes tienden a deformarse porque comienzo a verlas desde abajo. Se suma a esto que debemos comenzar a mover la cabeza para leer los subtítulos. Si por el contrario estoy muy lejos, pierdo totalmente el goce del sonido y ni hablar de las imágenes que quedan en un marco negro horrible de vacío, cortinas y salidas de emergencia. Por lo que, créanme, los imperios se colocan donde lo hacen por una buena razón, hay agua dulce, están protegidos y las películas se disfrutan mejor.

No por esto llego horas más temprano, no es una obsesión; tampoco porque los cines no permiten que ingrese antes de 20 o 25 minutos del comienzo del filme. Ese es el tiempo, nada puedo hacer. Pero es el necesario para ser imperio y preguntar en voz baja, con mi mejor cara de butaca vacía, ¿y gil, ahora dónde te vas a sentar?

viernes, diciembre 09, 2005

Chicken Little

Título original: Chicken Little.
País: Estados Unidos / Año: 2005 / Duración: 1 hora 21 minutos.
Dirección: Mark Dindal.
Guión: Steve Bencich, Ron Friedman, Dan Gerson, Robert Baird.
Voces (en la versión Argentina): Guido Kazca, Juan Acosta, Florencia Peña, Andrea Pietra, Diego Fucks, Pablo Echarri, Nancy Dupláa.


Por Ariel Benasayag

No creas todo lo que oyes. Sólo fanáticos y memoriosos recordarán haber visto en aquellas ya lejanas tardes de “El Mundo de Disney” la versión original de “Chicken Little”. Por mi parte, hasta hoy desconocía el título del corto, pero jamás pude olvidar ese extraño dibujo animado de no más de diez minutos que se distinguía del resto por un detalle verdaderamente sorprendente: terminaba mal.

La historia se desarrollaba en un gallinero. Un zorro que merodeaba por las afueras de la cerca tramaba un maquiavélico plan para almorzarse a las gallinas, que consistía en engañar a un ingenuo pollito haciéndole creer que el cielo se caía. El pollito gritaba a los cuatro vientos la noticia y cundía el pánico. A pesar de que el pavo intelectual, líder del gallinero, desmentía la ridícula información, el zorro se las arreglaba para hacerlo pasar por loco. Al final todo el gallinero termina protegiéndose de la inminente caída estelar dentro de la cueva del zorro, que en la última escena aparecía deglutiendo una a una las gallinas y enterrando sus huesitos de la suerte como tumbas en un cementerio. En ese momento, el narrador, tan sorprendiendo como cualquier espectador decía: “¡Esperen un minuto! ¡Eso no está bien! ¡Así no es como termina el cuento!”; a lo que el sarcástico zorro respondía: “No creas todo lo que oyes, hermano!”.

Inolvidable.

Sesenta y dos años es todo. La película que nos convoca no sólo me ha permitido recordar y contarles este corto, sino que también lo ha resignificado para mi que lo vi por última vez cuando era un niño: Es de 1943 y fue producido por Disney como un corto propagandístico (recordemos que nos encontramos en plena Segunda Guerra) advirtiendo al público norteamericano de creer ingenuamente en la propaganda anti-americana.

Pasaron más de sesenta años desde aquella versión. El mundo ha cambiado demasiado desde entonces y nosotros con él -¿o es al revés?-. Da igual. El hecho es que no somos los mismos; tampoco el cine, ni Disney, y mucho menos “Chicken Little”.

Complejizar para interesar, simplificar para resolver. La versión 2005 de “Chicken Little”, primera producción animada digitalmente de Disney sin Pixar, no sólo no llega a pisar los talones de aquel corto (aunque para la mayoría del público esto carece de importancia por que, después de todo, casi nadie lo ha visto y pocos lo recordarán), sino que deja bastante que desear como realización cinematográfica.

Ahora el gallinero no es tal y los animales de la granja conviven en un pueblo, conducen vehículos y hablan por celular. Ahora el pavo no es un independiente y menospreciado intelectual sino un torpe y algo inescrupuloso político manejado como marioneta. Ahora las gallinas conviven con cerdos, patos, peces e incluso zorros, por lo que Foxey Loxey (el maquiavélico zorro) ya no es una amenaza para nadie excepto para Chicken Little, pero sólo a la altura de una insoportable compañera de escuela. Y, por último, el pollito mismo ya no es un tontolón ingenuo sino un simpático niño, huérfano de madre y con un padre que prefiere mantener su status social a confiar en su hijo.

¿Cómo insertar el tópico de la caída del cielo en esta nueva y complejizada realidad? Es decir, el escándalo que hace Chicken Little ya no es una mentira ideada por un zorro hambriento o un propagandista nazi: esta vez el cielo se cae en serio. Así, llegamos de nuevo al lamentable y repetido mal-de-guión de nuestro tiempo: el facilismo de recurrir a extraterrestres a la hora resolver las encrucijadas sin salida de las historias.

El cielo se cae porque en realidad es una deteriorada pantalla de unos extraterrestres que nos observan y nos roban bellotas. Extraterrestres que invadirán el pueblo de Chicken Little sin motivos que justifiquen los destrozos (que distinta hubiera sido “E.T.” si Spielberg hubiera trabajado con estos guionistas), sólo para darle a nuestro héroe la posibilidad de recuperar la credibilidad del pueblo y solucionar sus problemas familiares.

Tal vez. Todo esto -mi inevitable nostalgia y mi parcializada crítica- no está aquí para disuadirlo de llevar a su hijo, su sobrino o su nieto al cine. Tampoco para arruinarle la función a usted. Por el contrario: vaya al cine, llévelos a ver “Chicken Little”.

En realidad, si lo hace, seguramente pasará un buen momento. La animación es buena y divertida, los personajes suficientemente entrañables, la trama conmovedora, y hay también humor (principalmente para chicos) y parodia. Por otro lado -para mi sorpresa-, el doblaje al español porteño es muy bueno, sobre todo en personajes Guido Kazca y Juan Acosta. Y las canciones, interpretadas en su mayoría por Alejandro Lerner, están prolijamente traducidas dentro de la melodía y el contexto por lo que se entienden perfectamente.

Vaya, llévelos. Tal vez en veinte años sus niños escriban con nostalgia sobre esta película cuando vayan a ver la nueva remake, en la que “Chicken Little” será un cyborg enviado del futuro para combatir un Tiranosaurio Rex dentro de la Matrix.

Calificación: 2 Nanitos.



miércoles, diciembre 07, 2005

El muelle

Título original: 36 quai des orfèvres.
País: Francia / Año: 2004 / Duración: 1 hora 50 minutos.
Dirección: Olivier Marchal.

Guión: O. Marchal, D. Loiseau, F. Mancuso, J. Rappeneau.
Intérpretes: Daniel Auteuil, Gérard Depardieu, André Dussollier, Valeria Golino.

Por Ariel Benasayag

Policial, negro y francés. Al gran público mendocino no parece gustarle el cine francés. Por lo menos es lo que piensa la más simpática de las cajeras de los multicines. Mientras me entregaba las entradas con las ubicaciones me dijo de forma cómplice: “De todas formas no hay nadie”, y arriesgó una hipótesis: “Y eso que es buena… debe ser porque es francesa”.

Es buena. Ya me lo había advertido un amigo de mis padres quedó en mi memoria infantil por contar (y en su narración saborear cada palabra, cada imagen de la película que evocaba) inolvidables escenas de policiales y películas de acción –pero de la buena, de esa que nunca es gratuita-. Lo recuerdo como un amante de la trama enroscada, de la vuelta de tuerca, del giro inesperado e, inevitablemente, de los momentos en el que toda la tensión de la historia confluye.

A los amantes de la trama no les queda más que arriesgarse. De lo contrario, difícilmente lograrán sorprenderse con un guión construido milimétricamente en Hollywood modelo XXI. Es aquí donde el cine francés se posiciona para ellos como un lugar de experimentación y potencial placer. Esto siempre y cuando puedan superar el prejuicio que ha llevado a muchos a decir después de una buena película francesa: “No parece francesa”.

El gran público mendocino le tiene miedo al cine. Es eso, o que han desarrollado un mecanismo de defensa para cuidar el bolsillo que evita asistir a funciones arriesgadas. Y el cine francés es arriesgado, cine de temer si los hay. Una verdadera lástima, porque “El muelle” (no discutiremos aquí lo inapropiado de este título) es el mejor policial que podremos ver este año.

La 36. Leí por ahí que Olivier Marchal fue -antes de convertirse en actor, guionista y director de cine- policía. Y, en muchas ocasiones, nadie mejor que alguien que lo vio y lo vivió todo desde adentro para contar e imaginar historias.

Los personajes de “El muelle” son los de cualquier policial negro: policías corruptos, violentos, alcohólicos y decadentes -con los que paradójicamente resulta imposible no identificarse- que conviven con la peor de las calañas en el submundo del crimen y el delito, perdiendo de vista la línea que divide a los buenos de los malos y, perdiéndose también ellos mismos.

Nos encontramos en un París en el que jefe de la policía ha sido ultimado respecto de las internas que sobran dentro de las fuerzas de la ley y el orden, que las dividen en dos bandos: los partidarios de Léo Vrinks (un extraordinario Daniel Auteuil que no deja de lucirse en ninguna escena) y los de Denis Klein (el amado y odiado Gérard Depardieu en su mejor forma). Éstos fueron grandes compañeros en los viejos tiempos; el presente los encuentra cada vez más distanciados por la ambición de poder.

Pero aquél no es el único ultimátum del gobierno: la ciudad está siendo acosada por violentos y calculados robos a camiones blindados y eso también se debe terminar.

Es entonces cuando el jefe revela sus intereses políticos. En poco tiempo ocupará un cargo de mayor jerarquía –por lo que todo tiene que salir prolijamente bien- y alguien tendrá que ocupar su lugar: quién desbande a los ladrones de los blindados, que ya se han llevado dos millones de euros y, con ellos, nueve oficiales. La batalla se librará entre el desinteresado y preferido Vrinks y el frío y ambicioso Klein.

¿Busca una trama? Lleve esta. El resto es lo de siempre -están los infaltables lugares comunes de toda obra maestra del género- y lo de casi nunca –porque aparecen procesados en una atrapante e impecable trama que gira y gira y con sus giros conmueve y da vueltas más de una vez al intrépido espectador, impresionado con las balaceras y demás momentos de perfecta acción-. Como si esto fuera poco, hacia el final todas las piezas de la trama confluyen armoniosa y creíblemente, cerrando para siempre la trágica historia de la comisaría 36.

Es tan buena que, a pesar de ser francesa, ya están planeando el remake norteamericano para el año que viene.

Calificación: 4 Nanitos.


martes, diciembre 06, 2005

Otro día en la eskuela

Los edukadores

Título original: Die fetten jahre sind vorbei
País: Alemania-Austria / Año: 2004 / Duración: 2 horas 7 minutos

Dirección: Hans Weingartner / Guión: Hans Weingartner y Katharina Held
Intérpretes: Daniel Brühl, Julia Jentsch, Stipe Erceg

Por Dregan Remetz

Sala: Cine Universidad / Fecha: 29 de noviembre de 2005

Decir “vamos al cine de la Universidad” no es lo mismo para nosotros que decir “vamos al cine”, a secas. Esta sala es un paralelomundo donde hemos crecido, donde hemos olvidado nuestros problemas muchas horas por semana, donde, por si es necesario que lo aclaremos, hemos visto cine. Este querido suburbio cinematográfico, antiglobalización cinéfila, está ubicado en el mismísimo centro de la para nada antiglobalizante ciudad de Mendoza. Este ídolo del celuloide es mucho más que un cine en nuestra vida. Es una siempre generosa e inquietante posibilidad.

Llegamos a la sala llenos de expectativas. Sabemos que estamos a punto de ver uno de “los controversiales”, uno de esos filmes que ponen en evidencia nuestros andrajos y que nos golpean fuerte fuerte como una correntada de aire gélido en las paspadas narices. Una película que muchas señoras seguramente calificarán de “fuertísima” mientras se toman un café con masitas en la avenida Emilio Civit (por cierto: estas señoras no van al Cine Universidad). Es uno de los eventos cinematográficos del año. En nuestros estómagos miles de pequeños insectos cinesensibles se agitan expectantes. Al lado sentimos un “Viejo, es hora de pegar una película buena” y esta voz tiene toda la razón. Es hora, y quien dice que el día no es hoy.

Queremos ver cómo los jóvenes alemanes piensan que deben enseñar a los viejos ricachones a comportarse. Un inquietante cartelillo (“Tienen demasiado dinero”) ha sido dejado en medio del revoltijo causado en una mansión durante la ausencia de sus dueños, una emoción histérica gana nuestras humanidades. Adrenalina se llama: nos agarramos de la butaca como si fuéramos a 1000 km por hora. “Ahí viene”, pensamos. Después de tanta sequía las condiciones están dadas, una gran película se nos insinúa y ya no soportamos más la espera, queremos ver en acción a estos justicieros urbanos-siglo XXI.

La trama se desenvuelve. Una pequeña célula, que por algunos reaccionarios será calificada como tibia mientras que otros reaccionarios la considerarán una amenaza, se encarga de “edukar” a los rikos kebrantando sus hogares y dejando pekeños mensajes intimidantes (uno de los cuales hemos ya citado). Estos muchachos, que actúan en secreto son idealistas: en un momento de la película uno de ellos increpa a su compañero por haber tomado un reloj de 5000 euros: “si nos convertimos en vulgares ladrones esto no tiene sentido”. Tiene razón, en especial por la parte del sentido.

Lentamente la película pierde sus atractivos, degenera: primero uno de los profesores se larga de vacaciones a España (y viaja por Iberia, que financió parte de la película: ninguno de los Edukadores hace mención de lo insalubre que resulta trabajar para esta empresa o de los negocios de Iberia en Argentina) y da lugar a que su compañero, Jan (Daniel Brühl), se enrede en un affaire muy tierno con su novia para dejar conformado el triángulo amoroso de rigor.

Desde este punto, las cosas previsiblemente, aunque con mucho esfuerzo por parte del director y de los actores (esto hay que reconocerles: el esfuerzo), logran complicarse hasta alcanzar su clímax cuando la nueva pareja tiene que recuperar un celular de una casa “edukada”. Allí son descubiertos por el ricachón al que, a su vez, deciden raptar, después de lo cual deben escaparse hacia las montañas. Durante este período de encierro y convivencia forzosa intentan justificar sus acciones con lamentables discursos aprendidos de memoria mientras el villano multimillonario los adoctrina a ellos hablándoles sobre el Mayo francés, del cual participó, y de su proceso de conversión en yuppie. Esta es la parte “ideológica” del filme.

Al promediar el espectáculo, con una lucidez simple pero demoledora, vamos comprendiendo que otra vez hemos perdido las apuestas, otra vez hemos tenido que soportar una película aburridísima y que deja, en lugar de la urticante sensación que nos habían prometido a priori, una pequeña picadura que neutralizaremos con una mínima dosis de Caladryl apenas llegados a nuestras moradas.

Es mejor hablar, para terminar felices, del cine Universidad, al que ya nos hemos referido al comienzo. Lo que nos deja la película es una metáfora: esta sala es la Edukadora de las multisalas mendocinas (que son mendocinas solamente porque están aquí, pero no porque les interese un corno Mendoza). Es la posibilidad (restringida, aunque no derrotada, cuando lo de la devaluación) de ver las películas que no implican millones, de ver las relegadas que pasan (cuando tienen suerte) sin pena ni gloria por las cadenas internacionales, y es la posibilidad de la gente de bien y de los críticos que no tenemos credenciales para el mundo dorado de los shoppings, de ingresar sin dejar una parte querida de nuestras humanidades en la entrada.

Esta es una sala ideológica, empática y nada sintética.

Y si lo que digo no es cierto, ¿por qué es que seguimos yendo después de casi un año de no ver películas de nuestro agrado? Es porque este cine es mucho más que un cine.

Acudiremos siempre (a menos, claro está que algún día seamos yuppies), aunque tengamos que soportar muchas películas como Los Edukadores, acudiremos por gratitud, porque entendemos que si este lugar nos dio todo lo que consideramos que nos dio, puede darnos aún más. Y los edukadores no son esos tres patanes que no saben qué es lo que desean, ni tampoco lo es ese viejo traidor (representante indigno de una de las épocas más sublimes para ser joven); el verdadero edukador es el cine Universidad.

Nos vamos con la cola entre las patas: la película es un fiasco más, pero hemos aprendido la leksión.

lunes, diciembre 05, 2005

Embalsamados del mundo, ¡despertad!

El aura

Título original: El aura

País: Argentina / Año: 2005 / Duración: 2 horas 5 minutos
Dirección: Fabián Bielinsky
/ Guión: Fabián Bielinsky
Intérpretes: Ricardo Darín, Alejandro Awada, Dolores Fonzi, Jorge D’Elía

Por Dregan Remetz

Sala: Village Cinemas / Fecha: 22 de septiembre de 2005

Sin duda el fabuloso mundo de la taxidermia nos ha impresionado a todos. Alguna vez, durante la infancia, nuestros padres nos llevaron al museo de Ciencias Naturales a contemplar de cerca a esos animales muertos que parecen vivos. Tuvimos la posibilidad de analizar de cerca sus pelajes y de horrorizarnos con sus fieras expresiones. En especial los pumas, siempre con sus músculos flexionados y dispuestos al ataque mortífero. Incluso, si hemos sido afortunados, hemos podido observar los efectos de la polilla sobre esas pieles y, pero esto ya como una excepción única, quizás pudimos apreciar que los ojos son plásticos y que con el tiempo se descosen otorgando al animalito muerto el estatuto de peluche gigante. Esto último ha colaborado a paliar las pesadillas.

En esta película podemos ver el otro lado de ese mundo, el del obrero taxidermista. Darín encarna a este ser, relleno de secretos (por cierto ¿qué taxidermista le puso esos ojos a Ricardo?) y de fantasías. Es en apariencia un ser chato, que casi no puede relacionarse con el exterior, un hombre cuyos reflejos están completamente anestesiados. Sin embargo hay un “sin embargo”, un pero que nos aleja del cine neorrealista: el hombre está lleno de una vida interior fortísima. Incluso antes de saber que es epiléptico sabemos que se pasa los días imaginando robos y recordando hasta los más mínimos detalles de todo para llevar a cabo esos planes.

La sala está a oscuras y la gente observa los movimientos del actor argentino del momento. De pronto, porque, y esto digámoslo sin rodeos, la película es bastante lenta en especial para verla en trasnoche; de pronto, digo, me asalta un pensamiento: ¿qué pasaría si comienzo a gritar en el cine? sí, gritar y sacarme la ropa....creo que todo el mundo quiere hacer eso, destruir una convención: “en el cine hay que guardar silencio”, no señores, acá estoy yo y lo hago, me quito la remera y comienzo a gritar ahhhhhhhhhhhhh... al principio la gente me mira indignada, algunos, los que se estaban aburriendo con la película, sonríen tímidamente. Entran los empleados y comienzan a perseguirme, pero yo soy muy atlético y me les escurro saltando de butaca en butaca y pisoteando espectadores. Doy muchas vueltas, muchas muchas, más que Aquiles y Héctor a la divina Troya, los pongo en ridículo a ellos, que con sus handies y sus pochoclos (que aquí se llaman Pop-corn y que han sido convertidos en proyectiles acaramelados) no logran detenerme. En un momento resbalo y me están por atrapar (“ay-ayay” pienso), ya los tengo encima y en medio de la expectación general por lo que sucederá, se escucha en la otra punta de la sala un ahhhhhhhhhhhhhhh....todos petrificados. Inmediatamente una emoción me recubre el corazón, he allí otro cuestionador de las costumbres impuestas, esta vez del sexo opuesto: ¡Es una muchacha! ¡y revolea sus senos en la sala para todos los presentes! Tanta generosidad me conmueve. La estupefacción es mayor que cuando comencé yo y aprovecho para escabullirme de mis captores y volver a correr en círculos, seguido ahora de la chica. Un hombre, sentado en una de las filas laterales se levanta y se nos une. Poco a poco todos dejan fluir sus instintos reprimidos, todos somos niños, incluso los empleados del cine, todos corremos desnudos, completamente desnudos y la película...

Un fuerte ruido me sobresalta. El taxidermista acaba de llenar de plomo a Dietrich (nota mental: desnudarse algún día en el cine, puede ser divertido): nuestro hombre acaba de matar a otro hombre por accidente durante una cacería en el sur. No se inmuta. Encuentra una extraña casucha donde se esconde un secreto. Como por arte de magia se van descubriendo, lentamente, muuuuuuuy lentamente, ciertos detalles de un plan: el robo al... ¿qué fue eso? me han susurrado al oído: “¡sígueme!” fue lo que dijeron. Miro hacia atrás, la puerta se cierra lentamente, alguien acaba de salir. Vertiginosamente me pongo de pie, salgo, sigo a un hombre que me habla del complot, me pregunta por qué llevo esa corbata, quién me la dio, que él no quiere saber nada. Le explico, más bien: miento. Estamos en una bodega, cajas viejas se apilan, me habla del plan, el maldito plan, el no quiere saber nada. Alguien entra en escena, me pide que me calle, que me quede quieto en mi butaca, que por si no me doy cuenta estamos en el cine.

Atónito observo cómo el plan con el que soñaba el taxidermista se concreta a pesar del taxidermista, que el destino lo elije siempre. Pero en el momento en que las cosas van a darse...la epilepsia. El Aura (así se denomina al momento previo a un ataque, en el que los sentidos se afinan y perciben lo que ordinariamente pasa desapercibido)...siento que estoy por perder la noción de los hechos, la película me gusta, pero es larga...la gente a mi alrededor, las butacas, el haz de luz del proyector, la pantalla, una mosca posada sobre el batido de la mujer de la butaca 7 de la fila j, todo gira, gira, gira, gira...cuando recobro el sentido, los guardias del camión de caudales intercambian sus balas de utilería con las de los chicos malos y Darín llega tarde y todos están muertos o heridos o lo estarán pronto. Destripados. Corro y le pregunto a Ricky si está bien. Le doy un abrazo: ya lo sabemos todos, su mujer lo abandonó y le dejó ese extraño perro de ojos dispares. Esperemos que no se le caigan. Ahora que lo hablandé intento convencerlo: “che Richard, escuchame quiero que trabajemos juntos, creo que podemos llevarnos bien, nos complementamos, por ejemplo podemos...podemos...” –repentinamente me ilumino- “¡oia! ¡ya sé!, ¿vos escuchaste hablar de la Nueve Reinas?” sus ojos se abren mucho, casi pienso que ese azul profundo se le va a rebalsar de la cara como un tsunami de ojos, que me voy a ahogar en esas dos pastillas lisérgicas... Es verano y caminamos por la rambla y mientras él me dice “¿ves aquél? pungista ¿y aquél oportunista? ¿y aquél...” yo sueño con nueve reinas asiáticas danzando en mi cuarto...

La película termina. Mientras los títulos se desparraman y me recupero de las emociones, un hombrón viene caminando de frente. Trae una gran bolsa de pop-corn muy adecuada a su tamaño entre las manos y conversa con un grupo de 5 ó 6 compañeros. Su voz destaca entre las otras: “otro bodrio argentino” se queja. Los demás asienten. Al principio no, pero después sí, me enojo. Reacciono a tiempo: “bodrio argentino, les voy a dar”, me levanto y les parto unas cuantas butacas por la cabeza, les incrusto a presión las palomitas de maíz por los oídos, les arranco los pelos de la nariz y, extasiado, agarro al hombrón y le golpeo la cabeza que, como no podría ser de otra manera, suena como la bocina de mi auto. Estoy afuera, en la playa de estacionamiento. No hace frío pero casi.

A mí me gustó ¿y a usted?

free hit counter
hit counter