El aura
Título original: "El aura" / Guión y dirección: Fabián Bielinsky
País: Argentina / Año: 2005 / Duración: 2 horas 5 minutos.
Por Ariel Benasayag
Nueve reinas. Aún intentando evitarlo, es prácticamente imposible no comparar la segunda película de Fabián Bielinsky con su anterior obra, que no es otra que la taquillerísima (1.300.00 espectadores sólo en Argentina) “Nueve reinas” (2000). El motivo es sólo uno: su película nos fascinó a todos. En medio del por aquel entonces todavía no tan repetido realismo crudo del Nuevo Cine Argentino, Bielinsky trajo el suspenso y la historia perfecta.
Quizás por prudencia, quizás porque los necesitaba para su siguiente trabajo, Bielinsky dejó pasar cinco años desde que colocó a Gastón Pauls y a Ricardo Darín como estafadores en ese thriller de suspenso con chispas de comedia y crisis en el que (al final nos enterábamos) uno había planificado todo para hacer lo propio con el otro. Inolvidables serán, además del milimétrico cierre, imágenes como aquellas en la que se enumeran cada uno de los delitos y delincuentes famosos de la gran urbe nacional.
Los cinco años contribuyeron a menguar la fiebre y controlar ansiedades, pero no pudo con nuestras expectativas. Señal de ello es la sala llena en el estreno, ayer en Mendoza.
Ahora bien, el resultado de la inminente comparación entre las dos películas es bastante particular: “El aura” podría ser la antítesis de “Nueve reinas”. Se mantiene el suspenso de ladrones, Darín, el prolijísimo ojo y la presición narrativa de Bielinsky. Cambian profundamente estructuras, ambientes, atmósferas y personajes.
El observador. El taxidermista que interpreta brillantemente Ricardo Darín en esta oportunidad nada tiene que ver con su anterior Marcos (un delincuente que todas las sabía) ni con sus personajes “campanellescos” (hombres típicos de clase media, sensibles y trabajadores). El embalsamador es un hombre de pocas palabras y pocos amigos, seco, minucioso en su trabajo para el museo. Sin embargo, deja entrever una mente muy activa y atractiva.
Es un observador, en dos sentidos: posee una memoria visual-espacial digna del Funes de Borges y es un pasivo frente al escenario de la vida. Esta doble característica adquiere aún mayor relevancia debido a sus repentinos ataques de epilepsia, que parecieran otorgarle una sensibilidad paranormal.
Además de rellenar animales muertos y recubrirlos con sus propias pieles sumergido música clásica, el taxidermista juega con la realidad en su cabeza. Observa, memoriza y planea el crimen perfecto, el que sabe (¿sabe?) que nunca cometerá.
Un compañero de trabajo (Alejandro Awada) al que soporta menos de lo que parece, lo invita a cazar en los bosques del sur. La casualidad, que parece ser lo que mueve a este hombre en el mundo, hace que acepte. Los hoteles de la zona están repletos y así los cazadores van a dar a las cabañas de un tal Dietrich en medio del bosque.
Como en estos dos ejemplos, estos accidentes del destino parecen llevar adelante la película; y seguirán sucediendo uno tras otro, llevando al pasivo observador a lugares insospechados de la acción.
Hasta aquí es evidente que el personaje principal, que nunca abandona la pantalla, dista mucho de cualquiera de los que vimos en “Nueve reinas”. Por su parte, la narración no avanza sino por estas casualidades (recordemos que en la anterior todo estaba planeado en la mente del personaje de Pauls), la atmósfera es más densa, oscura e interna, y el ambiente natural.
Nueve reinas 2. No puedo ocultar a esta altura que disfruté la película, pero algunos sucesos me hacen pensar que no ocurrió lo mismo con todos los espectadores de la sala. Decíamos más arriba que Bielinsky fue prudente al esperar, pero que a pesar de eso no pudo con las expectativas. En la función de ayer esto le jugó en contra, tal vez menos por no cumplir una promesa que nunca hizo (seguir ofreciendo exactamente lo mismo) que por el prejuicio del público (que quería ver “Nueve reinas 2”).
Aquí, más allá de dos o tres frases y situaciones que dibujan una sonrisa, no hay humor. A pesar de esto, el público comenzó forzando risas, que no pudieron más que desaparecer con el tiempo. Tampoco acción frenética y, en los pasillos, escuché a más de uno responder que era lenta cuando les preguntar si les gustó. El entusiasmo descontrolado del gran engaño final de la anterior no estaba.
¿Por qué?
1. Porque es la propuesta de una experiencia visceralmente distinta. “El aura” es la perfecta antítesis de “Nueve reinas”, nacida de la imaginación del mismo y cada vez más creativo autor-director; lo que en realidad la hace aún más interesante.
2. No se. Porque por (todo) esto mismo atrapa, entretiene y resulta fascinante.
Calificación: 4 Nanitos.
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