viernes, octubre 14, 2005

Tiempo de valientes

Título original: “Tiempo de valientes” / Guión y dirección: Damián Szifrón.
País: Argentina / Año: 2005 / Duración: 1 hora 52 minutos.

Por Ariel Benasayag

Un valiente. El talento de Damián Szifrón, guionista y director de “Tiempo de valientes”, radica en que en el momento en que (casi) toda la nueva generación de directores nacionales mira la Argentina con un realismo crudo, crítico y a esta altura ya bastante repetido, decide hacer cine del más convencional, cine de simple entretenimiento. Importa formatos del cine clásico, alternativa descartada de antemano por el Nuevo Cine. Y lo hace con un conocimiento del género y una prolijidad envidiables. Pero más importante aún es que, en este traslado, incorpora elementos autóctonos (que se ven en las temáticas y el humor principalmente) obteniendo como resultado un producto de calidad que fascina al gran público.

El primer trabajo de Szifrón masivamente conocido fue “Los simuladores” (2002-2003), serie televisiva que remitía a su inolvidable congénere “Misión: imposible”: Cuatro héroes (héroes clásicos, no como los triste héroes urbanos que abundan en el Nuevo Cine o los inaceptables antihéroes que pululan por la televisión) de interesantísimos perfiles llevaban adelante misiones dignas del escuadrón liderado por Jim Phelps. También recurriendo al más perspicaz ingenio, la perfecta simulación y a los pasibilidades de la tecnología (nunca de punta en la Argentina de comienzos de siglo) ayudaban ya no a salvar el mundo ni proteger la seguridad del país, sino más bien al más habitual de los personajes de la fauna nacional: un comerciante que le debe a la policía corrupta, una mujer golpeada, un niño con problemas en el colegio o dos jóvenes de distintas religiones que se querían casar.

Ya aquí se puede apreciar la perfecta mixtura de la que hablamos: un formato clásico -algo parodiado en este caso- que incorpora elementos nacionales en las temáticas y el humor. Con “Los simuladores” muchos tuvimos nuestros primeros héroes compatriotas.

Sigue en su carrera “El fondo del mar” (2003) sobre las cómicas desgracias de un joven estudiante tras descubrir la infidelidad de su novia. La película, que Szifrón había realizado en su mayoría antes del éxito televisivo, fue esperada con grandes expectativas por el público y la crítica. No defraudó -porque se trata de una buena película con un excelente sentido del humor, por momentos más oscuro que el de “Los simuladores”-, pero tampoco fascinó.

A pesar de esto, quienes disfrutamos apasionadamente de “Los simuladores” –en mi opinión el mejor programa de ficción que ha dado la ahora vaciada televisión nacional-, no olvidamos al joven director y esperábamos ansiosos esta, su segunda película.

Pareja pareja. La historia que cuenta “Tiempo de valientes” es más que conocida: Mariano Silverstein (Diego Peretti) es un psicoanalista que debe cumplir horas de trabajo comunitario atendiendo a Alfredo Díaz (Luis Luque), inspector de la Policía Federal Argentina algo desequilibrado por el reciente engaño de su mujer. Y el licenciado no encontrará mejor ocasión para hacerlo que sobre el móvil policial, en medio de un caso de asesinato.

La inevitable interacción y la creciente identificación sumadas a algunas coincidencias harán de esta pareja despareja lo que al comienzo parecía imposible: dos amigos inseparables, compañeros frente a cualquier peligro.

Como cuando éramos niños. Vale la aclaración: la policía representada por Szifrón no es ni la de la indignante realidad de “El bonaerense” (2002) de Pablo Trapero ni tampoco la de los papeloneros de la “Brigada explosiva” (1986); está, en todo caso, más cerca de la de “Arma mortal” (1987) y sus afines. Pero a pesar de esto, no omite la visión pública que tiene hoy la policía argentina: esta presente la corrupción policial en todos los niveles, aunque abordada con ojos atenuantes necesarios para lograr la comedia policial que se pretende. Aquí el tema no es hacer crítica social: el cine de Szifrón está hecho para ser disfrutado de principio a fin y salir de la sala con una sonrisa triunfal.

Aquí hay otra clave del cine de este particular joven director: en cierta forma el placer que generan sus productos se debe a que combina –también- la ingenuidad de nuestros gustos cinematográficos infantiles con los requerimientos de hoy. Szifrón hizo una película que bien podría pertenecer al Hollywood de fines de los ‘80 con las mismas calidad, narración y estructuras, pero con un excelente humor que ya le es característico y dos poco comunes héroes locales. Sobrevuela la sensación de que hace un cine que él mismo disfruta apasionadamente; y este es quizás su más grande talento.

Escenas memorables son las de las conversaciones en el auto y aquella con el empleado de limpieza, brillantes gracias a la magnífica interpretación de Luque y Peretti. La música que acompaña el film tampoco es un detalle para dejar de lado.

Las mejores risas. Damián Szifrón está de vuelta y es un hecho para celebrar. Los límites del Nuevo Cine Argentino se siguen extendiendo en este escaso pero fundamental año. En esta oportunidad con una de las mejores películas del año, una comedia pura que fascinará a quienes se lo permitan y les dará escenas y diálogos de sobra para disfrutar rememorando en la post-proyección.

Calificación: 5 Nanitos.


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