miércoles, noviembre 30, 2005

El jardinero fiel

Titulo original: “The constant gardener” / Dirección: Fernando Meirelles
País: Reino Unido / Año: 2005 / Duración: 2 horas 9 minutos.

Por Ariel Benasayag

Dios en la ciudad. Hace más de dos años se estrenó “Ciudad de Dios” (Cidade de Deus, 2002), obra maestra del Brasil de nuestros tiempos que incursionaba de manera más que atractiva en los más graves problemas sociales de las “fabelas” (drogas, armas, violencia, imposibilidad de salida), con una estética de video clip que recordaba el trabajo de Guy Ritchie en “Juegos, trampas y dos armas humeantes” (Lock, stock and two smoking barrels, 1998) y “Snatch: cerdos y diamantes” (Snatch, 2000) diluido en las entrañas de Latinoamérica.

Por esa película Fernando Meirelles recibió una nominación al Oscar como mejor director -perdió contra el hasta ese momento pendiente Peter Jackson- y yo quedé impresionado.

Afortunadamente, el tiempo pasó y -tal vez por la falta del mismo- no volví a ver la película, por lo que hoy más que un claro recuerdo conservo la sensación de esa fascinación espontánea que me produjo.

El tiempo también corrió para Meirelles, que luego de aquella experiencia recibió el llamado de la Industria (no fue el Tío Sam esta vez, sino la Reina Madre). Hoy le toca vérselas con una novela de John le Carré que, además de escribir “El sastre de Panamá” y “La casa Rusia” -entre las más famosas de las llevadas al cine- fue agente del Servicio Secreto Británico.

Diplomacia o revolución. Encabeza el elenco de “El jardinero fiel” el discreto Ralph Fiennes interpretando a Justin Quayle, digno heredero de un linaje de eximios diplomáticos de la clase alta británica: callado e inteligente, comprometido y cortés, Fiennes/Quayle es el perfecto caballero inglés.

Una pequeña polémica sobre la hipocresía de la diplomacia occidental lleva a Justin Quayle a la casa de Tessa, la mejor Rachel Weisz hasta el momento. Tessa es, en cierta forma, la antítesis del correctísimo Quayle, sin dejar de ser inglesa. Es, digamos, como el otro inglés: impulsivo, combativo y allegado a la revolución social-. Espontánea y apasionada, Tessa se convierte en su esposa y juntos viajan a Kenya.

Claro que no se trata de un viaje de placer: Quayle forma parte de la Comisión Británica en el país, que perdida entre los millonarios negocios tiene la función ayudar a esta nación devastada por el hambre, el sida y la tuberculosis. Pero no es el único con misiones: Tess también parece buscar algo en el país africano.

La esposa muerta, elogios y nada más. La narración que escogió Meirelles no es lineal y prácticamente antes de que comience la película ya sabemos que Tess está muerta. El resto de la película, divisible en dos identificables partes, se encargará de hacernos saber cómo y por qué llegamos hasta allí.

No adelantaremos aquí nada más sobre esta trama en la que le Carré fusiona un drama romántico con otra intrigante e intrincada historia como las que yo le son características. “El jardinero fiel”, entre pistas falsas y negocios sucios, trae uno de los más intensos e interesantes guiones de este año, que no declina hacia el final ni tampoco desilusiona.

No quiero volver a nuestro tan similar mundo no ficcionado sin antes mencionar el trabajo del resto del elenco (entre ellos el siempre genial Pete Postlethwaite) y el del equipo técnico responsable de tan perfecta fotografía, seguramente ideada por el minucioso y original Meirelles que, dicho sea de paso, vuelve a ofrecernos una dirección que vale por sí misma y que considerada en el conjunto hace de esta una excelente película.

Calificación: 4 Nanitos.


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