sábado, abril 15, 2006

BAFICI 8: Morir en plenitud, vivir en actitud

Por Ariel Benasayag

La película más solicitada de la fecha es “Last days”, inspirada en los últimos días de vida de Kurt Cobain, la estrella “grunge” fallecida en 1994. Amantes de la música, seguidores de Gus Van Sant, fanáticos de Nirvana, público casual y prensa voraz pelean por las últimas localidades todavía disponibles. Como las entradas se pueden adquirir de forma anticipada los días previos al inicio del Festival y otras tantas están predestinadas al uso de la prensa, en ciertas ocasiones no quedan muchas a la venta para el mismísimo día de la función. Son los menos de los casos, pero como las brujas, los hay. El jueves pasó con la de Carpenter y lo mismo el año pasado con “Palindromes” de Todd Solondz que, por cierto, no se estrenó comercialmente en nuestro país (¿Pasará lo mismo con “Last days”? El sensacionalismo me resulta energizantemente divertido).

Como en cualquier evento, el fenómeno de las localidades agotadas parece estar directamente relacionado a un irrefrenable rumor de pasillo, además de la extensa trayectoria y el estilo institucionalizado del artista. Van Sant tiene de los tres y la prueba es que está agotado. Yo, nuevamente con el bronce y a pesar de la no muy feliz apreciación de algunos colegas de generaciones anteriores, tengo mi entrada para la función, a las 18:00 en Hoyts 10.

La mañana le perteneció a “Glue -historia adolescente en medio de la nada-” (Argentina-Reino Unido, 2005) de un realizador de interesante biografía, Alexis dos Santos. Nacido en Buenos Aires y mudado de niño a Zapala, pueblo próximo a Neuquén, regresó para estudiar arquitectura, actuación y luego cine. Continuó su carrera profesional en Barcelona y Londres, y con varios cortos en su haber inició la producción de su primer largometraje, que recibió los premios de apoyo al desarrollo y la postproducción del Hubert Bals Fund del Festival de Rótterdam.

“María y Juan (no se conocen y simpatizan)” y “Porno”, eran las dos únicas películas argentinas en competencia que había visto hasta el momento. La primera no distaba demasiado de lo que regularmente está produciendo el cine nacional y la segunda me terminó decepcionando. Así fue que, como buen espectador, me dispuse a disfrutar la dos Santos con sana curiosidad, no sin antes realizar el durísimo ejercicio de intentar eliminar prejuicios y expectativas que podían resultar perjudiciales.

“Glue” es una película absolutamente adolescente que recuerda por la crudeza de algunas de sus escenas a “Kids” de Larry Clark. Ambientada en la veraniega Zapala de nuestros días y filmada principalmente en video digital, no sólo tiene todos los elementos esperables en una película de esta suerte de subgénero sino que además contiene formas originales y detalles más que disfrutables, que no hacen más que engrandecerla -y con ella al Nuevo Cine Argentino, que sigue vivo y diversificándose-. Los prejuicios fueron inmediatamente descartados, las expectativas alegremente superadas.

Es que dos Santos encierra cierto tipo de adolescencia (actual y de pueblo) en casi dos horas de película sin resultar irreal, pretencioso o aburrido -aunque a veces la adolescencia por si misma parezca un poco irreal, bastante pretenciosa y algo aburrida-, demostrando su habilidad para contar lo que cuenta y representarlo apropiadamente, y tocando así los márgenes de la adolescencia toda.

Cuerpos, silencios incómodos y excitantes, deseos urgentes y desesperantes, bicis, familias disfuncionales que a pesar de todo son la familia, música fuerte en auriculares, masturbación, leche con chocolate y primeras borracheras, búsquedas e identidades, hermanos, juegos sexuales y de los otros, peinados desprolijos a la moda, intoxicación, pornografía, rebeldía y experimentación, avergonzante ortodoncia, bandas de rock, reconciliaciones, calor y bombas de agua, un amigo, tiempo, una amiga o algo así, gritos cruzados y canciones patrias a la vuelta de un campamento, asombros todavía infantiles, besos en el espejo, pensamientos propios y preguntas. Sobre todo eso, muchas preguntas.

Completan el cuadro las excelentes actuaciones de todo el elenco (sobre todo Nahuel Pérez Biscayart, que no es ya una joven promesa sino una brillante realidad) que según los créditos se trataron más bien de improvisaciones, y una banda de sonido a medida.

Calificación: 4 Nanitos y medio.

No soy un un gran admirador de la carrera de Gus Van Sant. Aún así, conozco algo de su trayectoria y puedo entender la importancia de las particularidades de su estilo y su temática fundamental: la representación del mundo de la juventud norteamericana sin una condena previa irrevocable nacida del prejuicio, o de la negación a los cambios en los valores juveniles.

Su anteúltima película, “Elephant” (2003), mostraba desde la ficción la masacre estudiantil sucedida en un colegio siguiendo las actividades de todos los personajes involucrados en la historia sin juzgarlas, sin penetrar en sus motivaciones o subrayar interpretaciones, dejando la reflexión al espectador observante.

Más allá de lo interesante que pueda sonar todo esto o de la evidente altura de las intenciones del director, la película personalmente no me satisfizo: resulta algo monótona en sus formas y lenta en su narración. Aunque algún tiempo después alguien me dijo que lo maravillosamente logrado era la sensación de vacío -en los personajes y en el espectador- que generaba Van Sant con esa lentitud y esa monotonía. No he vuelto a verla.

“Last days” (Estados Unidos, 2005) se parece bastante a “Elephant”: la cámara nos pasea por la profunda depresión que atraviesa una estrella de rock que -como en la otra, en la que no se trataba explícitamente de los alumnos de Columbine-, no es la de Kurt Cobain sino la de un tal Blake (Michael Pitt), que sin embargo remite directamente en formas y actitudes al cantante de Nirvana.

Vuelven los travellings-secuencia, que en esta oportunidad siguen al músico de espalda por los bosques que rodean su morada y las habitaciones de su vacía mansión, y también la repetición de escenas curiosamente no desde puntos de vista distintos sino con duraciones variables, que muestran los antes y los después de lo que ya vimos. Resulta nuevamente interesante el manejo de la inevitable muerte, convertida en suspenso al proporcionar al protagonista un rifle que tendrá en sus manos a lo largo de casi toda la película.

Mientras más escarbo, más parecidos con “Elephant” asoman. Las conclusiones siguen aquí a cuenta del público y la sensación final también es de monotonía y lentitud, aunque en menor grado que la anterior.

Calificación: 3 Nanitos.

Pienso en el título para la crónica de hoy. Más que las de Van Sant, en mi cabeza resuenan todavía las imágenes de “Glue”. Recuerdo al personaje de Nahuel Pérez Biscayart en la primera presentación de su banda, en un bar del pueblo. -“¡Morir en plenitud, vivir en actitud!”- grita desafinando su única canción. Kurt Cobain sonríe desde el infierno.

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