Chicken Little
Título original: Chicken Little.
País: Estados Unidos / Año: 2005 / Duración: 1 hora 21 minutos.
Dirección: Mark Dindal.
Guión: Steve Bencich, Ron Friedman, Dan Gerson, Robert Baird.
Voces (en la versión Argentina): Guido Kazca, Juan Acosta, Florencia Peña, Andrea Pietra, Diego Fucks, Pablo Echarri, Nancy Dupláa.
Por Ariel Benasayag
No creas todo lo que oyes. Sólo fanáticos y memoriosos recordarán haber visto en aquellas ya lejanas tardes de “El Mundo de Disney” la versión original de “Chicken Little”. Por mi parte, hasta hoy desconocía el título del corto, pero jamás pude olvidar ese extraño dibujo animado de no más de diez minutos que se distinguía del resto por un detalle verdaderamente sorprendente: terminaba mal.
La historia se desarrollaba en un gallinero. Un zorro que merodeaba por las afueras de la cerca tramaba un maquiavélico plan para almorzarse a las gallinas, que consistía en engañar a un ingenuo pollito haciéndole creer que el cielo se caía. El pollito gritaba a los cuatro vientos la noticia y cundía el pánico. A pesar de que el pavo intelectual, líder del gallinero, desmentía la ridícula información, el zorro se las arreglaba para hacerlo pasar por loco. Al final todo el gallinero termina protegiéndose de la inminente caída estelar dentro de la cueva del zorro, que en la última escena aparecía deglutiendo una a una las gallinas y enterrando sus huesitos de la suerte como tumbas en un cementerio. En ese momento, el narrador, tan sorprendiendo como cualquier espectador decía: “¡Esperen un minuto! ¡Eso no está bien! ¡Así no es como termina el cuento!”; a lo que el sarcástico zorro respondía: “No creas todo lo que oyes, hermano!”.
Inolvidable.
Sesenta y dos años es todo. La película que nos convoca no sólo me ha permitido recordar y contarles este corto, sino que también lo ha resignificado para mi que lo vi por última vez cuando era un niño: Es de 1943 y fue producido por Disney como un corto propagandístico (recordemos que nos encontramos en plena Segunda Guerra) advirtiendo al público norteamericano de creer ingenuamente en la propaganda anti-americana.
Pasaron más de sesenta años desde aquella versión. El mundo ha cambiado demasiado desde entonces y nosotros con él -¿o es al revés?-. Da igual. El hecho es que no somos los mismos; tampoco el cine, ni Disney, y mucho menos “Chicken Little”.
Complejizar para interesar, simplificar para resolver. La versión 2005 de “Chicken Little”, primera producción animada digitalmente de Disney sin Pixar, no sólo no llega a pisar los talones de aquel corto (aunque para la mayoría del público esto carece de importancia por que, después de todo, casi nadie lo ha visto y pocos lo recordarán), sino que deja bastante que desear como realización cinematográfica.
Ahora el gallinero no es tal y los animales de la granja conviven en un pueblo, conducen vehículos y hablan por celular. Ahora el pavo no es un independiente y menospreciado intelectual sino un torpe y algo inescrupuloso político manejado como marioneta. Ahora las gallinas conviven con cerdos, patos, peces e incluso zorros, por lo que Foxey Loxey (el maquiavélico zorro) ya no es una amenaza para nadie excepto para Chicken Little, pero sólo a la altura de una insoportable compañera de escuela. Y, por último, el pollito mismo ya no es un tontolón ingenuo sino un simpático niño, huérfano de madre y con un padre que prefiere mantener su status social a confiar en su hijo.
¿Cómo insertar el tópico de la caída del cielo en esta nueva y complejizada realidad? Es decir, el escándalo que hace Chicken Little ya no es una mentira ideada por un zorro hambriento o un propagandista nazi: esta vez el cielo se cae en serio. Así, llegamos de nuevo al lamentable y repetido mal-de-guión de nuestro tiempo: el facilismo de recurrir a extraterrestres a la hora resolver las encrucijadas sin salida de las historias.
El cielo se cae porque en realidad es una deteriorada pantalla de unos extraterrestres que nos observan y nos roban bellotas. Extraterrestres que invadirán el pueblo de Chicken Little sin motivos que justifiquen los destrozos (que distinta hubiera sido “E.T.” si Spielberg hubiera trabajado con estos guionistas), sólo para darle a nuestro héroe la posibilidad de recuperar la credibilidad del pueblo y solucionar sus problemas familiares.
Tal vez. Todo esto -mi inevitable nostalgia y mi parcializada crítica- no está aquí para disuadirlo de llevar a su hijo, su sobrino o su nieto al cine. Tampoco para arruinarle la función a usted. Por el contrario: vaya al cine, llévelos a ver “Chicken Little”.
En realidad, si lo hace, seguramente pasará un buen momento. La animación es buena y divertida, los personajes suficientemente entrañables, la trama conmovedora, y hay también humor (principalmente para chicos) y parodia. Por otro lado -para mi sorpresa-, el doblaje al español porteño es muy bueno, sobre todo en personajes Guido Kazca y Juan Acosta. Y las canciones, interpretadas en su mayoría por Alejandro Lerner, están prolijamente traducidas dentro de la melodía y el contexto por lo que se entienden perfectamente.
Vaya, llévelos. Tal vez en veinte años sus niños escriban con nostalgia sobre esta película cuando vayan a ver la nueva remake, en la que “Chicken Little” será un cyborg enviado del futuro para combatir un Tiranosaurio Rex dentro de la Matrix.
Calificación: 2 Nanitos.
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